Panda de cenizos

Se quejaba el alcalde de mi pueblo estos días de que todas las noticias son malas, y que tan de culo no debe ir el país cuando el embajador de Alemania nos da palmaditas en la espalda en el periódico.

Cierto es que más allá del “good news, no news”, las desgracias engrasan las rotativas que da gusto, y que las caderas de mi vecina no venden. Pero el ataque de optimismo del alcalde de mi pueblo me dejó sonado.

Porque en mi pueblo el paro se ha disparado en los últimos meses. Y mira tú que andábamos apretando las cachas para no vernos arrastrados por la cascada nacional. Pero nada. En mi pueblo ya hay un parado por cada tres que curran. Y así no progresamos.

Por si no nos llegase, el americano ha dicho esta semana que en un mes cierra su fábrica y manda a otros doscientos a la cola del paro. En medio del barullo, doscientos más no se van a notar demasiado, pero es que el americano echa el candado a una de las casas grandes de mi pueblo.

Al aeropuerto de mi pueblo le salen telarañas. Había un señor de Salamanca que decía que iba a volar por aquí, pero nos está oliendo a cochinillo chamuscado. Casi tan mal como el kebab aquel que nos pasaron por las narices y se fue al pueblo de al lado.

Hablando del pueblo de al lado, por allí andan muy liados con no sé que de una manga y han metido a unos cuantos en la penitenciaría. Y eso que el alcalde de mi pueblo también emparenta por allá.

Ah, bueno; luego está lo de equipo de fútbol de mi pueblo. El presidente parece que había dejado a deber un par de tortillas en la taberna de la esquina, y han venido unos con un garrote a poner orden. Ha fichado a un míster de la comarca, pero la cosa pinta tirando a mal, y los mozos de la peña tienen la paciencia muy tocada.

Si hasta el cura ha dicho que cuelga los hábitos y se larga a un convento. Que venga otro, que tanto pecado junto no hay Espíritu Santo lo perdone.

Pero chico, el alcalde se queja. Dice que somos todos unos cenizos y que así no levantamos cabeza. Será cosa de decirle que pague unas tazas en la posada de la María, la muchacha de los Pita, a ver si el tinto nos quita las penas. Y que venga también el embajador de Alemania, que debe ser un cachondo de estos que te cuenta cuatro chistes de Lepe y te rompe la caja por la mitad.

Panda de cenizos

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