Avariciosos tras el poder

Aceptemos el materialismo histórico o la tesis providencialista no cabe duda alguna de que el hombre lo que quiere es mandar sobre los demás. Recordemos a Alejandro Magno en su agonía de malaria y rodeado por sus capitanes, nombrando heredero de los territorios conquistados: “Al más fuerte de entre vosotros”. Una serie de encrucijadas que la Historia repite machacona. Como cuando Bruto con los conjurados asesinan a Julio César y, sin pretenderlo, se cargan la República y facilitan el acceso de Octavio Augusto al imperio. No hay paradojas nuevas bajo el sol. Las corrientes ideológicas transcurren y combaten al mundo de las figuras –adquisiciones lúcidas, fijas y deslindadas– y así facilitan la arboladura del drama cultural. En plena Revolución Francesa Robespierre, que inaugura el terror, cae decapitado por la guillotina.
Burlas y sarcasmos que la vida reitera con los bufones que analizan el tedio de sus señoritos. La irrupción marxista para dar al hombre un paraíso fue sustituida por cruel esclavitud al haber dado los proletarios en la funesta manía de pensar por su cuenta. Primero fue el cero, después las purgas, los fracasados planes quinquenales, el stajonovismo o la paradoja de vestir con traje burgués a la momia revolucionaria expuesta al público.
Son los supervivientes nostálgicos del Mayo del 68, los rogelios intemporales, demócratas reales de toda la vida, antisistemas, mesiánicos, contestatarios, ilusos, actuales podemos y de los grandes expresos anarquistas. Que sueñan arcadias dichosas y prometen cosas que no se cumplirán nunca, pero donde las palabras se tergiversan y optan por crear un partido político, si ahora es oportuno. Asimismo, tampoco combaten la “casta” de cuando eran parias, pues a la sazón son brahamanes con las ventajas económicas y sociales que suponen. Dirigentes supersónicos desplazados de su medio natural, frívolo, apasionado y vibrante...

Avariciosos tras el poder

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