Reportaje | Historia de la capilla de la Virgen de la Leche y la escalinata de la iglesia de Santiago

Reportaje | Historia de la capilla de la Virgen de la Leche y la escalinata de la iglesia de Santiago
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La iglesia parroquial de Santiago cuenta con dos hechos concretos muy desconocidos y que, por su interés, merecen ser expuestos al público en general.
Por un lado está su famosa escalinata. Dicha escalinata se mandó reedificar al finalizar el periodo liberal, después de que fuese destruida durante este por el Ayuntamiento Constitucional. Luego vendrían sus consecuencias en el periodo de la Restauración del régimen absolutista. 

Así, se hizo presente el 5 de diciembre de 1823 un expediente del fabriquero de la parroquia de Santiago sobre el derribo de la escalinata de la propia iglesia, y se acordó el pase con los antecedentes al caballero procurador síndico personero, para que manifestase lo que se le ofreciese. Así que, en sesión de 15 de diciembre de dicho año se vio lo informado por el caballero procurador, acerca de la composición y reparación de la escalera de la iglesia del señor Santiago de esta ciudad. 
Así se acordó que la Junta llevase a efecto lo manifestado por dicho señor, en todas sus partes, a cuyo fin se dio comisión al alguacil de la Real Junta para que, sin alzar la mano, llevase a cabo lo propuesto por dicho procurador personero, bajo la dirección de este y del arquitecto, para que pudiese lucir con la decencia que exigía tan Santo Lugar y el aspecto debido al público.

En la sesión del día 20 del mismo mes, la Junta da cuenta de una solicitud de los regidores del ayuntamiento constitucional, que mandaban derribar la escalera en la iglesia del señor Santiago de esta ciudad, pidiendo que se les oyese y reformase la providencia dada por la Junta en 13 del corriente por la que mandó que por cuenta y a costa de ellos se reparase y pusiese en orden dicha escalera, por exigirlo el decoro de tan Santo Lugar, y el aspecto del público. 
Acordando, en atención a esta Real Junta, se dictó la providencia señalada, teniendo presente que la meditó con la mayor atención según todos los antecedentes que refiere y que en conformidad de las leyes y reglamentos que regían en aquella época, los individuos del ayuntamiento constitucional cesante, tenían autoridad para el derribo de la escalera del señor Santiago. 

La tenían igualmente para repararla y perfeccionarla, de lo que se olvidaron en perjuicio del decoro debido a tan santo lugar y del aspecto público que tanto encarecían estos individuos en su solicitud. Así que se pidió que se llevase a debido efecto lo mandado en dicha Junta, usando el apremio en caso necesario, según está acordado, bajo la dirección del caballero procurador síndico personero y del arquitecto titular.
El 7 de enero de 1824 se dio cuenta de otro oficio del arquitecto titular de esta ciudad, con fecha del 23 de diciembre último, relativo a que la Junta se sirviese para designar si se debería reedificar la escalinata de la iglesia de Santiago, del modo que lo estaba anteriormente o si debía hacerlo en tres rampas. La primera daría subida por el frente y las otras dos por los costados, mediante lo que según estaba antes, por un cálculo aproximativo, tendría un costo de 4.500 a 5.000 reales y en el segundo caso sería de 7.000 a 8.000 reales. 

Construcción
Y la Junta acordó que se efectuase según estaba anteriormente, bajo el supuesto de que la piedra fuese de sillería con sus correspondientes pilastras, bajo la dirección del señor personero y del mismo arquitecto titular, el que dará principio a la obra en el siguiente lunes, bajo su responsabilidad, a cuyo fin manifiesta al alguacil de esta Real Junta la cantidad a que ascienda para que de hecho pueda proceder a verificar el pago a costa de los comprendidos, según está mandado.
La construcción de la capilla de Nuestra Señora de la Leche tiene una singularidad original y no estuvo exenta de problemas financieros y burocráticos. De este modo nos referiremos a esto último como medida para apurar la construcción de dicha capilla, sino que querían ver sus derechos desaparecer de un plumazo.

En 2 de marzo de 1796 se propone al Ayuntamiento la construcción de la capilla de Nuestra Señora de la Leche, mediante un memorial del cura de Santiago, Juan Ignacio Sarasola, y del fabriquero, Victorio Blanco, quienes solicitan licencia para ello en el terreno baldío que media entre las casas de Manuel Acebal y Juan Martín Fernández, en Puerta Real. Concedida la licencia solicitada, queda comisionado Francisco Somoza de Monsoriú para que, junto con el arquitecto, señale la línea y lo que pertenezca al asunto público.

Licencia
El 19 de abril del mismo año, la Junta ve una instancia del rector fabriquero y vecinos de la parroquia de Santiago de esta ciudad, solicitando que se les confiriera nueva licencia para construir la capilla de Nuestra Señora de la Leche, según lo anteriormente mandado sin perjudicar a la fortificación.

Así, se decretó lo siguiente: “Como lo piden y en su consecuencia, den principio a la obra cuando les parezca conveniente, arreglándose a la línea dada y formado preparatoriamente al plano de la obra para la aprobación de la junta”.
Para el 16 de febrero de 1807 y después de casi diez años de parálisis. La Junta, en vista de una instancia del personero, acordó que se hiciese saber al cura, mayordomo y fabriquero de la parroquia de Santiago que dentro del preciso término de seis meses diesen principio a la construcción de la capilla de la Virgen de la Leche, para lo que la licencia se les había concedido en diferentes términos con el apercibimiento de que no verificándolo se procedería a la venta del terreno para edificar.

Lo cierto es que hoy se puede observar a la Virgen de la Leche, dando lactancia al niño, cuya talla del siglo XVII descansa sobre una ara que al parecer procede de la Torre de Hércules, posiblemente de la restauración de Eustaquio Giannini 1789-1790, la cual se encuentra a la entrada de la sacristía. Esta iglesia se levantó sobre la roca viva que sale a la calle de Santiago y su rosetón de la portada es obra de Manuel Hernández y Álvarez y se realizó a finales del XIX, en una de las tantas restauraciones que tuvo dicha Iglesia.

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