Reportaje | Tráfico se despereza para registrar el resultado de la noche del fuego

Reportaje | Tráfico se despereza para registrar el resultado de la noche del fuego
Uno de los controles de alcohol y drogas se efectuó de madrugada en la Tercera Ronda

Cuando la mayoría de los jóvenes, y no tan jóvenes, regresaban a sus hogares para descansar después de vivir una intensa noche de San Juan, los controles de alcohol y drogas de la Guardia Civil de Tráfico se desperezaban para cazar a los infractores en distintas zonas de salida de A Coruña. El despliegue fue amplio, muy amplio, durante la madrugada y los conductores lo mismo podían encontrarse con los agentes en la Tercera Ronda que en As Xubias o en la avenida de Alfonso Molina.


La noche fue tranquila porque todo el mundo estaba en las playas o en las sardiñadas de barrio pero en cuanto asomó la luz del día de nuevo, los controles brotaron como setas. Fuentes cercanas a la organización de estos registros promovidos por la Dirección General de Tráfico (DGT) reconocían de madrugada, a un lado de la AC-14, que tras la fiesta de las hogueras se montan más operativos de este tipo que durante cualquier fin de semana normal.


“Cuando hay festejos hay más dispositivos porque hay más circulación y es más factible que haya más positivos”, resumían. Simplemente, sin horas concretas ni lugares predeterminados, los agentes van tomando las carreteras. En algunos casos no dejan escapatoria a los infractores que se han pasado con el alcohol o las drogas, como se podía descubrir anoche con el corte del acceso a un conocido barrio de la periferia por parte de efectivos municipales de mantenimiento.
Con un despliegue importante de guardias de Tráfico y un estrechamiento de calzada preparado ad hoc, uno de los carriles acumulaba coches y más coches sin descanso. La mayoría pasaban por las pruebas y solo unos pocos se salvaban al asegurar no haber consumido ningún tipo de sustancia. En apenas 20 minutos ya había tres positivos a cuyos “propietarios” se les practicaba un segundo examen para asegurar los resultados.

Hasta que el cuerpo resista
Los que se libraron por completo del escudriño fueron aquellos conductores que pasaron por cada zona cuando el improvisado aparcamiento para los controles se llenaba.


Ayer estaba previsto seguir controlando el consumo de alcohol o estupefacientes, así como el exceso de velocidad hasta que el cuerpo aguantase. No el de la Guardia Civil, sino el de los vecinos que se acercaron a observar el fuego y a eso de las siete y pico todavía se recogían de las playas.


La mayoría caminaban, como zombies, buscando un taxi por las inmediaciones de Riazor, mientras que algunos osados se atrevían a coger el vehículo sin reparar en que probablemente se darían de bruces con la Benemérita unos kilómetros más allá. Escogiesen el itinerario que escogiesen. De hecho, el turno de la mañana de Tráfico pensaba resistir hasta que la afluencia de turismos en sentido salida de A Coruña se redujese.
Pero mientras que este no decaía los agentes efectuaron un gran número de pruebas de alcoholemia (un total de 1.538) de las que 43 acabaron en denuncias, cuatro con apertura de diligencias por positivos y una quinta para alguien que se negó a soplar. De los nueve controles de droga, siete salieron positivos y conllevaron denuncias para los conductores parados.


Además, la noche culminó, con una serie de anécdotas que, pese a la gravedad de las circunstancias, por suerte no pasaron de ahí. Uno de los casos más curiosos del post San Juan fue descubrir a un padre conduciendo ebrio con su mujer y su niña de cuatro años en el coche.


Cuando los agentes recomendaron que fuese la fémina la que se pusiese al volante, esta se negó –también a hacer la prueba–alegando: “Voy a dar mucho más que mi marido”. Al final fue la Guardia Civil la que tuvo que acercar a la familia a su domicilio.
En Alfonso Molina se interceptó a un conductor de 24 años que triplicaba la tasa de alcohol. Al impedirle continuar la marcha, el joven se quedó dormido en una postura “muy incómoda y dolorosa”. Dos horas después, tras insistir, consiguieron despertarlo pero aún duplicaba la tasa reglamentaria, por lo que pudo reanudar “su incómoda siesta”.

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