Su sueño cumple 20 años. “Es un niño de la mili” que Manuel Lourenzo y Santiago Fernández fueron moldeando al gusto, primero en un bajo de Inés de Castro y después, en Alfonso VII, donde actualmente su casa del teatro abre el portalón y por él entran niños con ganas de divertirse sobre las tablas, jóvenes para afilar su talento y veteranos que utilizan el teatro como terapia del disfrute. Y quieren más.
Santiago asegura que el miedo deriva en ganas y “muchos nos dicen que dos meses de parón es mucho”, que no quieren estar tanto tiempo sin interpretar. Casahamlet comienza el curso con sus tres secciones abiertas para el que quiera probar. Dice el profesor que tienen muchas peticiones y que la gente que puebla su estudio es heterogénea. De ahí, la magia porque en el mismo escenario pueden coincidir un universitario y un jubilado. Uno chupa del otro la experiencia y la fuerza y aquí se “juntan los que quieren ser actores y los que no lo quieren ser, pero que se suben a vivir una experiencia” más allá del despacho que les atrapa por el día.
En un local que fue taller de motos, la pareja de dramaturgos reparte textos y ellos, los alumnos, eligen. A veces pueden hacer un collage y el espectáculo se moldea con los consejos de Fernández y Lourenzo. Suelen hacer dos al año que pasean por centros cívicos y ayuntamientos. Esto les da para cubrir gastos y alimentar más su sueño, que también se dirige a los que tienen dientes de leche. Para los pequeños, Casahamlet reserva los sábados por las mañanas.
De esta forma, las obras clásicas y las modernas se dan la mano junto a otras que se componen de retales como si los alumnos tuvieran un mando a distancia. Actúan a la carta y al final son capaces de llevar todo tipo de géneros a escena: “Podemos mover a los 20 por el escenario”. Cada uno aporta al guiso lo que quiere.
Implicación
Los hay que tienen mayor implicación y los que no por falta de tiempo. Para todos hay un papel en una función que nunca se acaba y que tiene más efecto sanador que la aspirina porque ahí encima, uno se olvida de los problemas. Las clases son eminentemente prácticas, dice Santiago.
Y es que uno aprende a hablar hablando. Por eso, los lunes, martes y miércoles, de 19.00 a 21.00, los pupilos aprenden a actuar, actuando.
El cupo para participar en el sueño no está cubierto así que los interesados se pueden apuntar en casahamlet@gmail.com o llamando al número de teléfono 981 278 460.