Reportaje | Texturas, luz y colores guían a María Porta en un recorrido por “La ciudad de agua y sal”

Reportaje | Texturas, luz y colores guían a María Porta en un recorrido por “La ciudad de agua y sal”
La fotógrafo María Porta presentó ayer su trabajo “La ciudad de agua y sal” | pAtricia g. FRAGA

En una época en la que los teléfonos inteligentes incorporan cámaras de fotografía de hasta doce megapíxeles, la clave para abrirse camino es buscar un punto de vista diferente, al menos eso es lo que hace María Porta en su trabajo “Ciudad de agua y sal”, que puede verse desde ayer en el Real Club Náutico de La Coruña, donde permanecerá hasta el 14 de julio.


La exposición incluye fotografías de A Coruña y su área metropolitana, en las que el hilo conductor es el mar. Sin embargo, no es una muestra que pueda clasificarse como documental o paisajística, porque lejos de conformarse con buscar un buen encuadre para captar aquello que le ha llamado la atención, María disfruta convirtiendo la imagen en un cuadro. Las texturas, la luz y los colores son los elementos que guían a esta fotógrafa de Monte Alto a la hora de editar sus trabajos.

Abstracción
De esta forma, elementos conocidos como las fachadas modernistas de A Coruña cobran vida propia al diluirse una fotografía hecha a través del techo acristalado de un coche mojado por la lluvia.


María se divierte echándole horas al Photoshop y convirtiendo la imagen inicial en una obra con carácter, sin miedo a los desenfoques ni a perderse en la abstracción. “Como dice mi hija, yo todo lo tuneo, y mis fotos también”, confesó ayer entre risas justo antes de salir corriendo para prepara la inauguración de la exposición.


“Hoy en día es difícil vender una fotografía, por eso tienes que dar algo más. Para mi es un modo de expresión como otro cualquiera, antes se usaba un pincel y ahora se usan programas de edición de imagen; cambian las herramientas pero lo que cuenta es lo que trasmitas”, aseguró.


Lejos de conformarse con su cámara de fotos, María domina la pintura acrílica, con la que decora mesas y pinta cuadros. Transforma todo aquello que cae en sus manos, como una caja de fresas que ahora luce en su casa reconvertida en clasificador de hojas. Está satisfecha con su trabajo, pero reconoce que le hubiera encantado nacer en el siglo XIV.

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