Reportaje | Los colores que los coruñeses ponen a secar

La victoria de Ciudadanos en Cataluña, por futil que pueda ser, puede interpretarse como un cambio de actitud en una gran masa de la población que hasta ahora no había expresado su postura en el conflicto nacionalista. Este mismo cambio puede percibirse en las enseñas nacionales que desde hace casi tres meses adornan las fachadas de edificios por toda la ciudad. El sociólogo Xosé Gabriel Vázquez señala que la bandera rojigüalda ha perdido poco a poco sus connotaciones negativas: “Ya no se la relaciona tanto con el franquismo, porque hay generaciones de adultos que no han vivido la Dictadura”. Pero también señala la importancia del fenómeno deportivo: “El  Mundial de 2010 y antes de eso, las Olimpiadas del 092, también contribuyeron a ello”.
 Por su parte, para el sociólogo Vicente González, el fenómeno hay que enmarcarlo dentro de dos variables: movimiento sociales y opinión pública. Pero para él, que los coruñeses cuelguen las banderas de las fachadas, es el fruto de un proceso de manipulación, “ni de socialización ni de interacción. Pura y dura manipulación”.  En esto tienen mucho que ver, advierte, los medios de comunicación: se lanza un spot y se convierte en un elemento de referencia. Hay mucha gente que, lo individualiza tanto que quiere expresarlo de alguna manera, “como uno se enamora de golpe y porrazo y se tatúa el nombre de esa persona”, pero advierte que detrás de este gesto “no hay ningún compromiso, es conductismo puro: te intoxico y consigo que aceptes los intereses en juego como propios”.
“Yo contra otro yo”
Cabe preguntarse entonces qué interés propio puede sentir un coruñés en el conflicto catalán. Como señala Vázquez, las banderas surgieron en los conflictos, sirven para diferenciarse. “El ser humano, por naturaleza, es egocéntrico, e incluso etnocéntrico. Es consustancial”, mantiene. Y González  sostiene que una de las configuraciones de la identidad siempre es despectiva: “Yo contra otro yo”.
Pero Vázquez añade que ya es hora de superar estos simbolismos porque a juicio, corresponde a una etapa nuestra de historia con unos sentimientos centrados en nosotros mismos a nivel individual y colectivo en una zona de expresión. Por eso, cuanto más inclusivas sean las banderas, mejor. Siguiendo esa misma filosofía, quizá hubiera sido un mensaje más positivo colgar banderas de la UE de las ventanas, para reforzar la idea de una comunidad de naciones unidades. Un poco más de azul puesto a secar en las ventanas en vez de rojo y amarillo, ya sea en bandas o en barras, para que todo el mundo se empape. l

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