Xoel lleva tres días en la ciudad, algo que no hace nunca a no ser que le toque ir al terruño. Entonces, se empapa y el directo gana. Pasea su guitarra por lugares que tienen recuerdos: “Hoy fui caminando por el puerto y pasé por el local de Los Eskizos, el portal de la casa donde vivía mi primer amor”, e igual que es importante salir y rebobinar, también lo es regresar al origen y verlo desde otra perspectiva.
Con la sala Finisterrae llena, Xoel sacará de la mano de Son Estrella Galicia su estilo mestizo a las 23.00 horas y cogerá a su amiga con cuerdas para tocar lo nuevo, que no es tan arriesgado como cuando llegó del otro lado del charco con “Atlántico” y la gente le pedía Deluxe: “Que no es un pasado pisado”. El material que hoy estrena sigue bebiendo de las dos orillas: “Es un disco puente”. Después de mostrarlo tímidamente este verano en festivales, “donde tienes que ofrecer canciones de todas las épocas”, llega el momento de hacerlo en formato íntimo. Con el camino despejado y las dudas más que solventadas, el coruñés alcanza los 38 años con 13 discos “que van pasando” y llenando la mochila, explica.
Reconoce que pertenece a una generación un tanto infantiloide, “no quiere decir que todos lo seamos”, a la que le cuesta madurar, algo bueno, sin embargo, porque arrastra las cosas buenas de la juventud que se queda y no emigra nunca: “Antes llegabas a una edad en la que empezabas a ponerte cierta ropa, te casabas y tenías hijos”.
Xoel considera que se han roto esas fronteras y por eso se ve con 60 y pico años acudiendo a conciertos y también dándolos porque no hay nada más hermoso que ver cómo la gente joven se mezcla con otra que ya no lo es: “La idea de pluralidad es genérica”.
Y al final, su personalidad musical es un espejo, donde “siempre abro puertas, después veo lo que se va a colar. Los músicos, grupos, la gente, todos forman parte de mi vida”. Ahora bien, a la pregunta de dónde le viene todo el potaje, Xoel no tiene respuesta: “Porque unos me dicen, esta me suena a ranchera y a otros, a The Beatles, y todos tienen razón”.
Fuera etiquetas, a Xoel le interesan los contextos porque su música “es como un caldo gallego, donde las patatas se acaban espesando con las habas” y “cuanto más tiempo pasa, está más rico, siempre que no se ponga ácido”.
Llegados a ese punto: “Hay que tirar el caldo y hacer otro”. Confiesa que es difícil, porque igual a uno le gusta pero a los demás no y “lo importante es que te guste a ti”. En ese sentido, “Atlántico” fue la confirmación de que Xoel había buscado y había encontrado: “Pasé muchos años con lo mismo y el trabajo fue muy difícil”. De regreso a la esencia, aparece “Paramales”, donde la escucha ha de hacerse entera aunque destaca el tema “A serea e o mariñeiro”, que suena a folclore del siglo XXI y responde a esa variedad en la que respira todos los días cuando coge su guitarra, que no suelta desde que tiene 14: “Antes me pasaba las tardes tocando. Mi hermano estaba hasta los huevos”.
El disco son “tantas pequeñas cosas que si pones el oído fino, vas dándote cuenta de los ruiditos que le dan personalidad”. Folclore, música electrónica y rock al que Xoel le pone ritmo con guitarras y percusión africana y latina: “Es un disco de autor”, donde “nos dimos cuenta que si mezclábamos rayas y cuadros no pasaba nada”.
En un momento donde la gente se ha puesto a pensar y se plantea cosas: “Duda y eso es bonito”, él vuelve a la zona cero. De ser pregonero o cabeza de cartel del Noroeste, Xoel se queda con la playa, pero solo si uno llega a Riazor dejando todos los garitos por los que ha tocado a su paso. Sin ellos, él no sería nada. En los 90, con la música que hacía, “era difícil plantearse vivir de ella”. Ahora que lo ha conseguido, es consciente de que “es un milagro que esté aquí”. Toca festejarlo.