Hay lugares que no solo te ven nacer, sino que te llaman de vuelta cuando más los necesitas. Para Amalia Puga, ese lugar es A Guarda, un pequeño pueblo marinero que fue cuna de sus abuelos y, con el tiempo, también semilla de una idea. Proxecto Bolina no surge en la mesa de un estudio de diseño de una gran ciudad, sino entre las redes, el salitre y la memoria viva de una comunidad que ha tejido su historia a orillas del Atlántico.
Tras años formándose como diseñadora industrial en Barcelona y colaborando con estudios de renombre, Amalia sintió que era el momento de regresar. Pero no para empezar de nuevo, sino para empezar distinto. “Volver fue un gesto casi intuitivo, visceral. Necesitaba reconectar con algo que no sabía nombrar del todo, pero que estaba ahí: el paisaje, la gente, mi historia familiar. Sentí que el diseño podía ser una herramienta para cuidar eso, para transformarlo sin romperlo”, añade.
El nombre del proyecto condensa esa idea: Bolina era la marca marinera que su abuelo usaba para identificar sus redes, una “B” invertida con dos líneas. “Era como su firma en el mar. Cuando recuperé esa marca, no fue solo por nostalgia, fue porque entendí que había algo valioso ahí, una forma de estar en el mundo, de cuidar lo propio con dignidad. Me interesaba activar esa memoria, no solo preservarla”, destaca Amalia.
Proxecto Bolina trabaja con materiales que otros descartan: redes rotas, cabos, madera náutica, objetos encontrados en puertos o donados por pescadores. El diseño no parte de una idea abstracta, sino del contacto directo con el entorno. “Diseñar así es escuchar al territorio. Es aceptar lo que aparece, lo que llega con la marea. Cada red vieja que encontramos tiene una historia. Cada material impone un ritmo, una forma, una manera de hacer”, añade.
Esa práctica, casi arqueológica, de recolección y transformación conecta con una lógica artesanal. “Para mí, el diseño no es una disciplina cerrada. Es una conversación. Y esa conversación aquí incluye al mar, a las personas mayores del puerto, a las mujeres que llevan décadas cosiendo redes… No hay innovación sin escucha”, afirma.
Las redeiras: sabiduría invisible que sostiene el mar
Uno de los pilares del proyecto es su colaboración con las redeiras, mujeres que desde hace generaciones reparan y confeccionan redes de pesca en Galicia. “De pequeña escuchaba hablar de ellas en casa. Siempre con respeto, pero también con una cierta invisibilidad. Eran esenciales, pero nadie las nombraba”, añade.
El encuentro no fue inmediato. “Al principio no sabían muy bien qué quería hacer. Pero cuando empezamos a sentarnos juntas, a compartir, cambió todo. Ellas me enseñaron que cada nudo tiene un propósito, una tensión, una historia. Su conocimiento es profundo, técnico, y también muy sensible. Hoy son parte fundamental del proyecto. No son ejecutoras. Son coautoras. Yo llego con una idea y ellas la aterrizan, la ponen a prueba, la hacen posible. Sin ellas, Bolina sería solo una intención”, afirma.
Proxecto Bolina no crea objetos, sino relatos materiales. Cada lámpara tejida, silla con trenzado marinero o joya construida con nudos antiguos nace con la intención de activar vínculos. No se busca una estética vacía, sino una excusa para mirar el territorio con otros ojos. Como explica su fundadora, Puga: “Cada pieza cuenta algo. No me interesa el diseño como forma, sino como relato”.
Algunas de sus creaciones, como la silla Bolina -galardonada con la Medalla ADI de Oro en 2020- han viajado por ferias, exposiciones, restaurantes y hoteles de distintos puntos de España. Sin embargo, todas conservan un fuerte arraigo local.
Su catálogo abarca piezas de iluminación, como Volanta o Saia; mobiliario, como la mencionada Bolina; accesorios de hogar, como las bandejas Patela; y complementos de moda, entre los que destacan las gargantillas de la colección Nudo o los chales Beira.
Diseño periférico, rural, con raíz
Para Amalia, Bolina es también una manera de demostrar que se puede hacer diseño de calidad desde lo rural. “Lo periférico no es un margen, es un centro con otra lógica. Aquí el diseño no se impone, se negocia. No se acelera, se acompasa. Y eso me parece profundamente contemporáneo”, destaca.
Desde su taller en A Guarda, Bolina ha creado una red que articula diseño, comunidad, formación y empleo. Una red que no solo recupera oficios en riesgo de desaparecer, sino que propone nuevas formas de estar en el mundo. “Volver al origen no es retroceder. Es volver a mirar con otros ojos. Y si algo me enseñó el mar es que todo lo que se va, de alguna forma, también puede volver”, afirma.
La alianza tiene un propósito claro: dar valor a un oficio en riesgo de desaparecer. La falta de relevo generacional, los cambios en la industria pesquera y la falta de reconocimiento institucional amenazan su supervivencia. “Me pregunté: ¿cómo puede el diseño contribuir a que esto no se pierda? No quería romantizar su trabajo, sino abrir nuevas posibilidades para él”, afirma.
El estudio trabaja desde un pequeño taller en A Guarda, aunque su red de colaboración se extiende por toda Galicia y más allá. Ha participado en exposiciones de diseño emergente, ferias de sostenibilidad, festivales como TAC! Festival de Arquitectura Urbana o colaboraciones con chefs como Martín Berasategui o marcas como Adolfo Domínguez. Sin perder nunca el foco local. “Nuestro diseño no es neutral. Cada objeto lleva una historia dentro: la de una redeira, la de un marinero, la de un puerto. Eso lo cambia todo”.
Bolina es una red afectiva, política, material y emocional. Es un proyecto que apuesta por la escucha, el arraigo y la colaboración como motores de cambio. “Yo diseño para contar historias. Para que cada pieza sea una excusa para mirar el territorio con otros ojos. Para que el diseño no sea solo forma, sino vínculo”, concluye.