La forma en que las sociedades crían a sus hijos moldea profundamente su futuro. A lo largo de la historia, se han empleado diferentes prácticas disciplinarias, a menudo arraigadas en creencias culturales y tradiciones.
Sin embargo, la investigación moderna está arrojando luz sobre el impacto a largo plazo de estas prácticas, especialmente en lo que respecta al castigo físico. A pesar de los avisos de organizaciones internacionales y la creciente evidencia de sus efectos perjudiciales, el castigo corporal sigue siendo una realidad para muchos niños en todo el mundo.
Un nuevo análisis realizado por la Universidad de Nueva York publicado en Nature Human Behaviour revela que el castigo físico infantil tiene exclusivamente resultados negativos, entre los que se incluyen problemas de salud, bajo rendimiento académico y un desarrollo socioemocional deficiente. Estos hallazgos son consistentes con estudios realizados a nivel mundial, lo que subraya la universalidad del daño causado por esta práctica.
Este análisis exhaustivo, que revisó 195 estudios publicados entre 2002 y 2024, abarcó 92 países. Los resultados demuestran una asociación significativa entre el castigo físico y una serie de consecuencias negativas en niños y adolescentes.
Las consecuencias negativas identificadas incluyen:
Es importante destacar que no se encontró ningún efecto positivo asociado con el castigo físico. El estudio específicamente no encontró impacto en habilidades cognitivas, habilidades motoras y trabajo infantil.
Existen diversas estrategias para prevenir el castigo físico y promover una crianza positiva:
En 2006, el Secretario General de las Naciones Unidas hizo un llamamiento para prohibir el castigo corporal, definido como actos de fuerza física destinados a causar dolor, como bofetadas, sacudidas y azotes, contra los niños. Hasta la fecha, sólo 65 países en todo el mundo han establecido prohibiciones totales o parciales de esta práctica.
La evidencia es clara e inequívoca: el castigo físico inflige un daño significativo y duradero en el desarrollo de los niños, sin ofrecer ningún beneficio comprobado. Ignorar estas conclusiones no solo compromete el bienestar presente de la infancia, sino que también siembra las semillas de una sociedad futura con individuos potencialmente más propensos a problemas de salud, menor rendimiento académico y dificultades en sus relaciones sociales y emocionales.
Los niños de hoy son los adultos del mañana; invertir en su protección y en métodos de crianza positivos no es solo un imperativo ético, sino una estrategia fundamental para construir un futuro más saludable, equitativo y compasivo para todos. Este estudio refuerza la necesidad urgente de estrategias globales para prevenir el castigo físico y proteger a niños y adolescentes de todas las formas de violencia.