De los refranes a la red

Torrente Ballester decía que los refranes son “fórmulas sintéticas de verdades obvias”, sentencias breves que sobreviven por su capacidad de decir mucho con poco. Su origen se pierde en la memoria del pueblo, se transmiten de boca en boca hasta ser parte del idioma como cápsulas de sabiduría con vigencia sorprendente. ¿Quién no ha citado “Ojos que no ven, corazón que no siente?”, “Dime con quién andas y te diré quién eres” o “Más vale prevenir que curar”?


Pero en la era digital, el modo en que se transmite la “sabiduría popular” ha cambiado. Hoy casi no se citan refranes, se reenvían frases por WhatsApp y se comparten presentaciones en redes sociales. Unas son como ventanas abiertas en las que se vierten las mayores estupideces, pero otras acogen grandes realidades que invitan a pensar y a reír y hacen más llevadera la realidad prosaica.


¿Se puede hablar de un nuevo tipo de refrán, nacido de la red? Todavía no. Las presentaciones de la red suelen ser textos más amplios que los refranes a veces edulcorados de humor, pero su crítica social afilada sobre asuntos de la más rabiosa actualidad puede convertirlas en refranes. Ahí van dos.


La primera dice que “Se necesitan cuatro personas para arreglar el país: un electricista para quitar los enchufes, un charcutero para cortar tanto chorizo, un cura para repartir hostias y un fontanero para cerrar el grifo”. En forma humorística recuerda al refranero clásico por su ingenio, rabia y verdad. Es una denuncia al clientelismo, la corrupción, la impunidad y el despilfarro y como el buen refrán, puede repetirse sin perder fuerza.


La segunda, más reciente, es como un aforismo largo: “Los de Junts y Esquerra, dice, se tienen que estar descojonando. Salen indultados y el que negoció con ellos para sacarlos de la cárcel entra en prisión”. Expresa lo que muchos ciudadanos comparten, que la política alcanzó un gran nivel de incoherencia y responde a intereses coyunturales. La frase no necesita explicación, se entiende como los viejos refranes.


¿Estamos ante formas nuevas de refranes? No del todo. Les falta el poso del tiempo y la sabiduría popular de generaciones, no solo de algoritmos. Pero son parientes cercanos, son como pre-refranes. Condensan malestares, valores o críticas con contundencia y las que sobrevivan al ciclo de la “viralidad” pueden acabar formando parte del “refranero” moderno. La sabiduría popular no solo nace de la calma, a veces nace del hartazgo.


Tal vez el refranero del siglo XXI se escriba en hilos de “X”, en memes de Instagram o en mensajes de WhatsApp. Y quizás, dentro de unas décadas, alguien diga con naturalidad: “Hace falta un electricista para quitar enchufes”, y todos entiendan de qué se está hablando sin necesidad de recordar el nombre de ningún político. La tradición, al fin y al cabo, también se adapta a los tiempos que corren.

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