Una pesadilla sin final

nos vendieron la globalización como el gran maná que mejoraría la vida de todos. Se ampliaban mercados y nacían nuevas alternativas de futuro para nuestros jóvenes, la desaparición de fronteras era presentada como puertas abiertas para mayor libertad y el nacimiento del euro venía bien empaquetado en forma de regalo que reforzaba nuestra economía. A principios del siglo XXI todo parecía que iba bien, aunque poco tiempo después nos dijeron que todo era una burbuja que, como todas, nace para explotar y así fue.


A partir del 2008, en las postrimerías del gobierno de Zapatero las cosas se torcieron definitivamente pero el entonces presidente se revolvió contra la realidad y sacó a pasear los dineros del estado buscando réditos políticos que nunca llegarían. Ahí está el Plan E que llenó España de obras innecesarias en muchos casos, la devolución de 400 euros a todos los españoles independientemente de su renta y cheques varios que vaciaron las arcas públicas mientras el entonces presidente proclamaba a los cuatro vientos que la economía española estaba entre las de la “Champions League”. Todo fue una cadena de errores de la que aún hoy no nos hemos recuperado y a pesar de ello todavía se le puede ver en diversos actos públicos presumiendo de gestión y dando consejos. Parece un chiste, pero no lo es, no tiene ninguna gracia.


Después llegó Rajoy con un apoyo electoral enorme de 186 diputados y una gran confianza del pueblo español que ansiaba recuperar el país económicamente y volver a la creación de empleo. Las circunstancias eran muy difíciles y la herencia recibida, la conocida y la oculta, no hicieron posible la esperada recuperación. Su lucha se basó en evitar la intervención de Europa y para ello hubo que someter a los españoles a una presión fiscal brutal, apretarse el cinturón y vivir con economía de guerra en la esperanza de que tanto esfuerzo tendría sus frutos. Se subieron impuestos, se crearon nuevos y la clase media española, que en paz descanse, vio como su exigua riqueza se evaporaba sin remedio.


Tras las siguientes elecciones Rajoy perdió un gran número de apoyos electorales que se sentían decepcionados por los resultados económicos obtenidos y renunciaron a la estabilidad de la mayoría absoluta para obligar a Rajoy a pactar con minorías que no buscaban la mejoría de la salud del estado sino ganar prebendas e inversiones para sus territorios. Al final, una moción de censura apoyada por el PNV, hasta ese día apoyo de Rajoy, llevó a Pedro Sánchez a la presidencia con el apoyo de Bildu, Esquerra Republicana, Podemos y una retahíla de siglas que no anunciaban nada bueno. El resto es presente y todos ustedes lo conocen, cesiones a nacionalistas, a pro etarras, indultos y mucho marketing que no mejora la vida de nadie salvo la del propio Sánchez y los miles asesores que pagamos todos con nuestros impuestos. Si le añadimos a esta historia la pandemia del 2019 y ahora la guerra de Putin no hará falta profundizar mucho más para explicar nuestra situación. A veces me despierto pensando que todo fue una pesadilla, una mala noche, pero, lamentablemente, es nuestra realidad: una pesadilla que no tiene final y cuyas consecuencias las sufrimos todos nosotros en nuestras carnes, en nuestros hogares, en nuestras familias. Esto tiene que cambiar ¡ya! 

Una pesadilla sin final

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