Teresa de Jesús es mi santa favorita, además de referente como escritora, y quizá por eso siento un rechazo sin paliativos a que se “expongan” sus restos, convertida en momia por el paso del tiempo. Estoy segura de que a Teresa no le habría gustado que la exhibieran así.
Lo que me sorprende es que el obispo de Salamanca, José Luis Retana, se haga de nuevas diciendo que mostrar un cuerpo fallecido y enterrado hace tanto tiempo no es necesario. Claro que la pregunta es: ¿Y por qué la Iglesia ha organizado esta exposición pública de los restos del cuerpo de la Santa? ¿Y ya que él es Obispo de Salamanca, por qué no ha evitado este espectáculo macabro? El señor obispo obvia que él es el principal responsable de lo que ahora le sorprende.
Pero si criticable es la decisión de las autoridades eclesiásticas, confieso que no acabo de comprender a quienes, haciendo gala de una morbosidad extrema, acuden al convento de la Anunciación de Alba de Tormes para no solo “ver” lo que queda de los restos de Santa Teresa sino, de paso, hacerse un selfi.
Para acercarse a Teresa de Jesús no hace falta contemplar su cadáver. Ahí están todas sus obras, que seguramente muchos de los que han ido a hacerse la foto con su cadáver ni han leído ni lo harán. La mejor manera de conocer a Teresa es leyéndola. Así de sencillo.
Y no, que no califiquen de “devoción” y “veneración” lo que tan solo es morbo del peor. Las monjas Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes han declarado que ellas no querían que se hicieran fotos del cuerpo de Santa Teresa, pero si no querían tampoco lo han impedido. Además me permito señalar que hay algo impúdico e irrespetuoso en esa exhibición de los restos de un cadáver. Y la excusa de que se trata de hacer un “estudio” sobre el estado del cuerpo de la Santa, es más que endeble. Para estudiar el estado del cuerpo de la Santa es innecesario organizar una exhibición pública. De manera que el Obispo Retana y las monjas carmelitas son responsables directas de esta exhibición impúdica del cadáver ¿incorrupto? de Teresa de Jesús.
Hace años visité el Monasterio de la Anunciación en Alba de Tormes siguiendo las huellas de Santa Teresa. Ella lo fundó, allí pasó los últimos días de su vida y allí se conservan sus restos, salvo el brazo izquierdo y el corazón. Ya saben de esa manía obsesiva que ha perdurado a lo largo de los siglos de arrancar, para convertir en reliquias, parte de la anatomía de los santos, lo cual a mi juicio es una salvajada porque no deja de ser la mutilación de un cadáver.
Sin duda la visita al monasterio y a Alba de Tormes merecen más que la pena, pero esta exhibición del cuerpo de Santa Teresa, no me importa repetirlo, me parece tan indecorosa como innecesaria.
De manera que si el Obispo de Salamanca tampoco está satisfecho del resultado de esta exhibición ,suya es la responsabilidad de poner fin a este espectáculo morboso y macabro.
A todo esto se han unido las desgraciadas e intolerables palabras de Monseñor Reig Plá, obispo emérito de Alcalá de Henares, que ha dejado dicho que la discapacidad es una herencia del pecado, y no contento con decir semejante barbaridad, añadió que también es el resultado del “desorden de la Naturaleza”. Monseñor Reig Plá debería hacerse mirar qué fantasmas le habitan para decir semejante barbaridad.
Lo peor es que posteriormente, en un gesto de arrogancia, ha querido justificar lo dicho, asegurando que no se ha salido de lo que es doctrina de la Iglesia. Se ve que la humildad y el reconocimiento de los errores no es lo suyo. No dejo de preguntarme qué le habría respondido Teresa de Jesús si le hubiese escuchado tamaño dislate.
Con obispos y responsables religiosos como Reig Pla, la Iglesia no necesita enemigos externos. Y ojalá a las monjas de la Anunciación y al obispo Retana les dé un ataque de pudor y pongan fin al espectaculo de exhibir los restos de Teresa.