Y la ministra de Transportes se llama...

¿Sabe usted cómo se llama la ministra de Transportes? Ni idea. Nadie sabía responder a mi encuesta particular, formulada en el epicentro de la huelga de camioneros que ha provocado el caos en las carreteras, el desabastecimiento de productos básicos en las grandes superficies y el cierre temporal de algunas empresas por falta de suministros. Muchos millones perdidos, en suma. Curioso: en cambio, muchos sabían que un tal Manuel Hernández era el líder de los camioneros en huelga, conocíamos su verbo agresivo frente a la ‘gran patronal’ y sabíamos del horror del Gobierno a entrevistarse con una ‘pandilla de radicales de ultraderecha’, que era como informaban fuentes gubernamentales a los levantiscos profesionales de la carretera. Pero ¿quién les asesora para que hagan estas cosas?


Decían que no pensaban recibirlos de ninguna manera. Y, sin embargo, todos sabíamos perfectamente, excepto, claro, ella, que la ministra, o alguien del Ejecutivo, acabaría entrevistándose con una representación de ‘esos radicales’, que por lo visto carecían de ‘legitimidad’ para sentarse con la ministra y los funcionarios en el Ministerio, pero que tenían algo más importante: camiones. Y la más elemental lógica indica que, si usted quiere negociar un conflicto relacionado con camiones, es con los camioneros, y no con quien no tiene camiones, con quien debe llevar a cabo esa negociación.


¿Cómo es posible que se hayan dejado pasar trece días, trece, antes de que el Gobierno accediese a sentarse con los camioneros?¿A quién se le ocurre despacharlos con un simple ‘son unos ultraderechistas’, como hicieron dos ministras del Gobierno desdeñando a este colectivo? Y, por cierto, debo decir que, en un programa televisivo en el que participé en la noche del jueves, la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, llegó al extremo de desmentir que alguien en el Gobierno hubiese tildado de ‘ultraderechistas’ a los camioneros en huelga, cuando todo el país escuchó este (des)calificativo en boca de las dos ministras, una de ellas, por cierto, portavoz del Gobierno.


Torpe, tarde, mal, con obcecación y ese autoritarismo de ‘esto se hace por mis santas...’. Me atreví a decir que no toda buena alcaldesa sirve para ministra, y menos para un ministerio que necesita negociación y gestión de altura: Yolanda Díaz, que ha discrepado públicamente de las posiciones de su colega en el Consejo de Ministros, lo hubiese hecho mucho mejor, estoy convencido, que la titular de Transportes. Que, a estas alturas, seguramente usted ya sabrá que se llama Raquel Sánchez. Una lástima que hayamos tenido que llegar al borde del abismo para conocer el nombre de una ministra que sospecho que nunca debió serlo.

Y la ministra de Transportes se llama...

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