Mentiras al poder

Boris Johnson logró ascender en el Partido Conservador, gracias a que las mentiras, en las que argumentaban que los británicos vivirían mejor fuera de la Unión Europea, él las contaba con más gracia y con más desparpajo. Aquí se hizo verdad lo del chiste –“Cuéntalo tú, Boris, que tienes más gracia”– pero referido a las mentiras.
 

Boris posee un gran desparpajo, una ironía que gusta mucho en las islas, y un populismo que parecía de uso exclusivo de la extrema izquierda. El Partido Conservador ganó las elecciones gracias a Boris Johnson y a las mentiras. La chulería era de Johnson, pero las mentiras las puso el Partido Conservador, en pleno.
Todavía las consecuencias económicas más graves de la salida de la Unión Europea no han llegado. El nudo gordiano de Irlanda va a tener consecuencias que parecen diluidas, merced a la invación de Ucrania por el imperialista Putin, pero pasará su correspondiente factura.
 

En el fondo, el Partido Conservador –no solo Boris Johnson– se comportó como un buen secesionista catalán de provecho: “Si nos salimos de la Unión Europea, como somos más listos y superiores a los habitantes del continente, nos volveremos más ricos, recuperaremos los que nos roban estos ladrones de europeos, viviremos mucho mejor y seremos más libres”.
 

¿Les suena? Esa cantinela, manejando datos falsos, y aportando la credibilidad del Partido Conservador, era irrebatible en unas elecciones donde los laboristas y gente de mente racional, no pudieron neutralizar con raciocinio la marea de las emociones nacionalistas.
 

Boris Johnson, por su parte, crecido ante los resultados electorales, creyó que era inmortal y que tenía al Reino Unido sujeto de las partes pudendas. Hasta que los propios promotores de la mentira, el Partido Conservador, se dieron cuenta, y decidieron echarle todas las culpas a Johnson, con objeto de salvar los muebles. No sé si lo conseguirán. 
 

Usar la mentira para obtener el poder es un procedimiento que se basa en que el fin justifica los medios. Y, eso, a la larga, también pasa factura en las urnas, porque engañar y mentir de manera constante tiene sus límites.

Mentiras al poder

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