en relación con el incendio del PP, lo único edificante de las últimas horas ha sido el gesto parlamentario del presidente del Gobierno de no tirar a puerta vacía cuando el portero estaba lastimado sobre el terreno de juego. Se agradece esta aportación a la estabilidad del país: Sánchez no piensa convocar elecciones aprovechando la debilidad del adversario.
En tal fecha como este 23-F, de infausta memoria, no estuvo mal dedicar un turno al cultivo de los valores. El tambaleante líder del PP, Pablo Casado, también aprovechó su intervención en la sesión de control, con aires de despedida, para ensalzar el valor de la lealtad y la entrega a los compañeros de una misma causa política. Justamente lo que él ha echado en falta y lo que otros le reprochan en su fallida tarea como líder del principal partido de la oposición.
Se va con la declarada sensación de no haberlo merecido. “No sé por qué tengo que irme si no he hecho nada”, dice. El autodiagnóstico choca con el clamor generalizado en las cuatro esquinas de su partido. Es muy extensa la factura por los desaciertos. Todos ellos asociados a casos de inmadurez política, insolvencia ideológica y endeblez estratégica en una hoja de ruta supuestamente enfocada a terminar con el sanchismo.
Las cuentas pendientes de Casado y Egea se llegaron a hacer insoportables entre militantes y dirigentes cuando ambos violaron la letra y el espíritu de un viejo dicho: “perro no come carne de perro”. No entendían que los éxitos electorales en Madrid fueran de la presidenta regional y no de Génova, mientras que la culpa por las incumplidas previsiones en Castilla y León se las endosaran a la dirección nacional.
Asistimos al desmantelamiento del PP de Pablo y Teo porque los dos caídos dieron cuartos al pregonero por supuestas malas prácticas de Ayuso. Dentro y fuera se interpretó como una forma de frenar su irresistible ascensión. Que el señalamiento público se corrigiese sobre la marcha (del expediente informativo al vamos a llevarnos bien en cuestión de horas) no hizo más que reforzar dicha interpretación.
Y ya con la dimisión de Egea consumada, el ex número dos del PP volvió a relacionar las prisas de Ayuso por controlar el partido en Madrid con la necesidad de blindarse frente a las sospechas de haber utilizado su poder institucional para favorecer económicamente a su hermano.
Estas cosas no se entienden en el seno de una familia política. Por eso los suyos han presentado la moción de censura al jefe. Y por eso hasta los más afines han ido desertando. No perdonan que desde un medio amigo hubiera puesto a la presidenta madrileña a los pies de los caballos sobre los que galopa el adversario. A eso llegaron los dirigentes de Génova en su empeño adjetivo de desactivar a Ayuso, al precio de aparcar el empeño sustantivo de hacerse creíbles como alternativa de poder a escala nacional.