Lecciones de Portugal

Comparto con muchos gallegos una vieja admiración por Portugal. Por su paisaje, sus monumentos, su cultura, sus costumbres y gastronomía, por su hospitalidad… Además de esto, es admirable el respeto exquisito que los políticos muestran hacia las instituciones públicas, como admirable son sus “maneras democráticas” para resolver las crisis políticas. Los ejemplos de Antonio Costa y Luis Montenegro en los últimos años son dos lecciones de “democracia aplicada”.


La primera lección la dictó el Antonio Costa. En marzo de 2024 gobernaba con mayoría absoluta y le vincularon a un caso de corrupción, acusación que después se demostró falsa, pero dimitió diciendo que “la dignidad del cargo de primer ministro es incompatible con mi permanencia en él bajo investigación”. ¡Chapeau! Hoy es presidente del Consejo Europeo.


La segunda la “explicó” Luis Montenegro. Gobernaba en minoría y también le acusaron de corrupción por “intereses económicos” vinculados a una empresa familiar. Superó dos mociones de censura pero, para que no quedara duda de su comportamiento, se sometió a la “cuestión de confianza” que perdió. Al no obtener el respaldo parlamentario dimitió y se convocaron elecciones que ganó con más escaños el pasado día 18. Un comportamiento ejemplar propio de una democracia de calidad.


Dicho esto, del análisis de los resultados se deduce que los portugueses desecharon a la “estabilidad política” que otorgan las mayorías absolutas y optaron por penalizar a los partidos de centro, incapaces de entenderse para superar la crisis política. En ese río revuelto el pescador beneficiado fue la extrema derecha Chega que capitalizó el voto del descontento, siguiendo la tendencia de muchos países europeos. Pero esto merece otro comentario.


Hoy nos quedamos con las dos lecciones de estos dos dirigentes portugueses. Ejemplar fue la dimisión de Antonio Costa ante las simples sospechas. Montenegro nos enseñó cómo debe actuar un líder democrático ante una acusación que afecta a su esposa -¿les suena?-. En cuatro meses ofreció explicaciones, presentó la cuestión de confianza y se sometió al dictamen de las urnas. A destacar también que el socialista Nuno Santos presentó la dimisión ante un mal resultado electoral, como hacen los líderes de los países de nuestro entorno. Los tres dirigentes ajustaron su comportamiento a los estándares democráticos clásicos en una democracia de calidad.


“Toda comparación es odiosa”, decía Don Quijote, pero a veces es necesaria por ilustrativa. Dejo a su buen criterio comparar lo ocurrido en Portugal con lo que ocurre en España. Por mi parte, cierro este comentario diciendo que las lecciones de Portugal, al tiempo que reconfortan, acentúan el desastre del presidente del Gobierno de España que no entiende que es mejor dimitir y regresar a las urnas que mantener a un gobierno bajo sospecha.

Lecciones de Portugal

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