Hoy sí hablamos del Gobierno

Efectivamente. Esta semana hablamos del gobierno. Ya me ardían los dedos después de las elecciones gallegas la semana pasada. Pensaba en mi ingenuidad que podría hacer la columna sobre Ilia Topuria, campeón del mundo de UFC, una de las artes marciales más espectaculares. Boxeo, artes marciales, todos esos deportes que hacen llorar a las reporteras limpitas y woke que piensan que son espectáculos para señores asalvajados de palillo en boca y faria y sol y sombra. Lo cierto es que el boxeo es el deporte de moda entre las mujeres a pesar de su cancelación continua en estenuestropaís desde tiempos de Pilar Miró, que por una parte nos puso ópera en la tele y eso fue un hito pero por la otra nos quitó el boxeo no fuese a ser que nos desmayáramos las delicadas margaritas al ver los combates.


Yo los veía de niña con mi padre porque en mi casa siempre pensaron que los niños eran adultos en pequeño, así que no había problemas a la hora de ver Mazinger ni tampoco cualquier película de Dreyer y todos los deportes que se pusieran por delante. Así salí, pensarán ustedes, amables lectores.


Leí ayer un artículo de una limpita haciéndose cruces por la admiración general del aficionado español por Topuria, un tipo que tiene unos abdominales para rayar chocolate Express y que encima se siente más español que muchos nacidos aquí (cada uno se siente del lugar en el que está su corazón, que decían en Fringe) y eso parece molestar.


En fin. Hoy en día todo molesta, hasta Velázquez, quién nos iba a decir que íbamos a importar las chorradas de las universidades norteamericanas pero no sus bondades, pero esa es otra historia. Pasemos a hablar del gobierno, que esta semana ha estado llena de episodios gloriosos con uno de nuestros héroes favoritos, Ábalos.


Por lo visto su lugarteniente, factótum y aguerrido portero de “discoteca” no tuvo mejor idea que comprarse pisitos en Benidorm, como si no hubiese pasado el tiempo y aún se paseara por la playa Alfredo Landa con el pelo en pecho negando la mayor a las suecas.


Pisitos comprados supuestamente con el dinero de las comisiones de las mascarillas que hasta hace bien poco nos obligaban a llevar con la disculpa de salvarnos la vida. Aquel trapo reutilizado hasta aparecer en bolsillos de los chubasqueros un año después iba a detener la curva, la recta y la rotonda. En realidad no detuvo nada pero sirvió para enriquecerse a a unos y otros, como los test que no diferenciaban el covid de un zumo de piña y que la gente compraba como si fueran chuches para tomar antes el Paracetamol del Ibuprofeno. Ábalos casi no recuerda a Koldo, esos amores que se van perdiendo poco a poco, pero la hemeroteca no miente, y tampoco la obra magna literaria de nuestro PerroSanxe el bello, “Tierra Firme” en la que afirma que Koldo durmió con los avales como un cancerbero custodiando el averno de la desconfianza que atormenta a cualquier César. Te compro un piso, que decía José Luis López Vázquez. O te lo pongo, casi es lo mismo con ligeras variantes de portero de “discoteca”.


Mientras vemos la evolución del caso, un incendio horroroso ha destruido como si fuera un pajar un edificio en Valencia en cuestión de horas. Hay víctimas, así que la desgracia tiñe de negro estos días. Descansen en paz los fallecidos y fuerza a los familiares. Y la admiración eterna a los bomberos, héroes que nunca estarán lo suficientemente bien pagados.

Hoy sí hablamos del Gobierno

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