¿Deshielo en Moncloa?

El encuentro de Sánchez y Feijóo en Moncloa no terminó a cara de perro. Y eso ya es algo. Valió como un primer intento de remada conjunta en asuntos de interés general, pero también valió para constatar que, más allá del buen tono y el común acuerdo de adjetivar la cita con la palabra “cordial”, las diferencias siguen siendo muy profundas.

Es buena noticia que el líder del principal partido de la oposición aparezca ente los ciudadanos como un hombre templado, sin descalificaciones y con voluntad de entenderse con el Gobierno en asuntos de Estado. Ninguno de ellos se dejó por imposible. En todos ellos quedó abierta la puerta a seguir intentándolo, lo que también es un avance en la buena dirección.

Quienes nos dedicamos a descifrar la actualidad política, no hemos dejado de percibir la fuerza del argumento utilizado por Feijóo para explicar el porqué de las profundas diferencias que existen en asuntos tan importantes como el plan de choque para frenar el empobrecimiento de la población o el cambio de postura en la cuestión del Sahara: “No se puede compartir lo que no se conoce”. Una manera sutil de acusar a Sánchez de no buscar consensos sino adhesiones inquebrantables.

Es inevitable comparar las dos actitudes a partir de la jornada del jueves, que incluyó la presentación en sociedad del nuevo líder del PP. Una especie de examen que el político gallego superó con nota alta, a mi juicio. En cambio, no me pareció que fuese el mejor día en la vida política del presidente del Gobierno.

Me explico. No digo que el paso por el Palacio de la Moncloa del nuevo líder del PP fuese un ensayo de investidura anticipada de Núñez Feijóo, pero sí sostengo que fue un lanzamiento muy rentable para la causa electoral de su partido. Una forma de decir también que el contador corrió en contra de la causa electoral de Pedro Sánchez.

En conclusión, la cita en la Moncloa del que gobierna y el que puede gobernar fue uno de los dos acontecimientos políticos del jueves. El otro fue el viaje del presidente a Marruecos. Y ninguno de los dos merecieron pasar a la columna del “haber” en la contabilidad política de Pedro Sánchez.

Por la mañana, Feijóo le ganó la batalla de la credibilidad en la disposición a alcanzar “consensos básicos”, por utilizar la expresión utilizada por el Gobierno en su oferta de once pactos. Y por la noche, a la caída del sol en Rabat, Sánchez se presentó ante el rey de Marruecos como un presidente desautorizado por su Parlamento, e incluso diría que, por su opinión pública, en un asunto capital de nuestra política exterior. Nada menos que la posición

¿Deshielo en Moncloa?

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