Las chicas de la tarta

Las Chicas de la Tarta, las porsiajotía hipsters se han ido de viaje de chupipandi de nuevo. Esta vez a ver la estatua del malogrado Salvador Allende. Como están muy concienciadas con el tema del calentamientoglobalfururaglaciaciónsecadra, imagino que irían en un velero como buenas Gretatumbers que son. Un paseo por Santiago de Chile (mientras en la Plaza del Obradoiro pasea la Ursulina von der Leyen, villana de Star Wars de facto)siempre viene bien para relajarse del estrés de tener siempre el ceño súper fruncido por las mujeres, sus derechos, los tocamientos de traseros y los picos no consentidos de señoros que dimiten por sus demoníacas pasiones y no por posibles trapicheos en los que se han movido miles de millones de euros que dan igual, porque el dinero es un mal del capitalismo y no tendrás nada y serás feliz, como el cuento aquel del jornalero que solo tenía una camisa y sonreía de oreja a oreja. La lavaba, la repasaba y la recosía y seguía sonriendo, ese cuento seguro que lo leyó Don Amancio (a Amancio se le trata de “Don”, como a Pérez Reverte) y le traumatizó de niño como a mí el de la cerillera. Y de ahí Zara. Y de ahí la cazadora amarilla que conservo como oro en paño. Las fans verdaderas del Inditex me entenderán. Ser fan de Inditex es tan complicado como serlo de DC, Marvel o Star Wars. 


A ver, retomo el hilo, que como buena rubia tengo mente difusa. Las chicas de la Tarta se han ido de viaje mientras dejaban a Pam de retén clamando por la vida dura de las que tenemos kilos de más y defendiendo una aplicación que no se ha bajado nadie para ver el tiempo en el que las parejas se reparten las tareas del hogar. Radar Fregar, le llamo yo. Aplicación que seguro ha costado una pasta, como la del Covid,  pero el dinero es ese mal, viva el mal, viva el capital, así que para purgar su naturaleza oscura hay que gastarlo en aplicaciones y pinganillos que no sirven para absolutamente nada. Pam disertó sobre gorduras y abusos sexuales y lo que fuese menester para que nos olvidáramos que los miembros de la Manada de Pamplona van a ver sus penas rebajadas por culpa de la ley llamada “Sí es Sí” por la que lucharon con el ceño más fruncido que nunca y a la que votaron los señores diputados del Congreso sin necesidad de pinganillo. Esa ley que se perpetró después de las manifestaciones en contra de las condenas va a rebajarles las penas, me ha salido un pareado pero alguna vez tenía que ser. Mientras en España unas crías protestan porque sus padres musulmanes les obligaban a ponerse el velo y les pegaban si no lo hacían, pero eso tampoco importa demasiado, aquí estamos a lo que estamos y el pico de Rubiales y el tocamiento traseril de una reportera por parte de un fulano con menos luces que una lancha de narcos de teleserie en las Rías Baixas ocupan el cerebro de nuestras Chicas de la Tarta mucho más que el hecho de que unas niñas sean golpeadas por sus familiares por no seguir el credo machista que las obliga a taparse el pelo para no provocar el deseo del varón, así en general. Lo primero es lo primero, y ahora también hay que luchar para que las mujeres podamos ir a un bar, al cine o a un concierto solas. Necesitamos otra aplicación para tomarnos una caña, no sea que nos miren los señoros demoníacos por llevar el pelo suelto, beber cerveza y tomarnos un torrezno. 


Así las cosas han estrenado una nueva del Poirot de Branagh y yo no me la voy a perder. Probablemente vaya sola, armada hasta los dientes, mirando de soslayo, aterrorizada por tener que someterme a las miradas inquisitoriales de los humanos (tengo agorafobia pero me puede más ver a Branagh) y luego me tomaré una caña de Estrella en algún bareto de barrio para estrenar la nueva aplicación que he creado en mi mente de rubia y con la que podría postularme para formar parte de las Chicas de la Tarta, que por lo que he leído por ahí cobran una pasta por fruncir el ceño muy fuerte, hablar de las desventajas sociales del sobrepeso y  viajar en velero cruzando el mar, como Marco. 


Dudo que me acepten, pero todo es cortarse el pelo a machete y encontrar las gafas de pasta de ver de cerca, que andan por casa y no doy encontrado. Luego con fruncir el ceño y afirmar que solo hay que dar un Oscar a la mejor interpretación porque los sexos no existen y una secretaría general de algún ministerio igual cae. 


Cruzo los dedos. 

Las chicas de la tarta

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