Al borde del abismo

Ahora sí, las Universidades han reabierto sus aulas, las paradas de bus se llenan de estudiantes cargando mochilas, ilusiones renovadas y ciertas perezas, las empresas recobran sus ritmos. Ahora sí, nos situamos frente al abismo de la recta final de este 2024.


El tiempo vuela y sin querer nos habita la incertidumbre, la fragilidad, el caos. Por ahí le llaman tiempos BANI: Brittle (fragilidad), Anxious (ansiedad), Non-linear (no linealidad) e Incomprehensible (incomprensibilidad). Parece que siempre queda más bonito en acrónimo y en inglés, pero bien podría ser nuestro “eche o que hai”. Es decir, vivir el momento, vivir lo que toca, vivir en constante cambio.
Septiembre es casilla de salida y a la vez sprint para el cierre del año. Revisamos objetivos a mediados de año, antes de esa desconexión estival, no sé si con la idea de despertar la creatividad y las nuevas ideas para dar impulso a nuestra vida al regreso o simplemente por esa sensación de control que nos da el conocimiento y nos ayuda a reajustar. Por eso para mí, septiembre, quizás también porque es el mes de mi cumpleaños, sabe a despedida y comienzo. Despedida del verano, bienvenida del otoño. Despedida de un año y comienzo de una nueva revolución solar como dirían los astrólogos.  Y sumado a ello, justo cuando estoy escribiendo este artículo, me comenta mi amigo Dani, un gran conocedor de numerología, astrología y otras “cosas del querer”, que el año comienza realmente en septiembre. Pues nada, todo alineado, iniciamos curso y con los bolígrafos y cuadernos de estreno (si, sabéis que sigo siendo de olor a tinta y a papel), revisamos o replanteamos objetivos y ponemos foco hacia la nueva etapa.


Algo que ya me habéis leído otras veces, expectación, sin expectativas. Saber hacia dónde vamos sin empecinarnos, simplemente dejando que la vida fluya. Haciendo. Mejor hacer con errores que no hacer. La perfección es mentira o, mejor dicho, subjetiva y volátil y, sobre todo, nos paraliza. Así que avanza, a tu ritmo, pero avanza, aunque haya un poco de niebla termina despejándose. Si no sabes algo, pregunta, la curiosidad es una buena brújula. El control es un espejismo, aférrate mejor al aprendizaje. Evita los ruidos, especialmente los ajenos, el mejor sonido es interno. 


En este contexto, caminamos sobre la cuerda floja, donde nos invade el vértigo, el miedo a la caída. Por ello, el concepto de resiliencia, tan manido en los últimos años, se queda corto. No basta con resistir, con “aguantar el tirón”. Debemos aprender a bailar con la inestabilidad, a aceptar que lo que hoy es firme mañana será arena movediza. Se requiere una capacidad para reinventarse, para cuestionar constantemente nuestras certezas y para entender que el cambio no es solo una posibilidad, sino la única constante. 


Simplifica. No te adelantes a lo que vendrá, ni te sobrecargues con lo que fue, el hoy, cada día con sus 86.400 segundos tiene mucho que ofrecer. Un día a la vez, y un día después de otro. Saboréalos como vengan, dulces de alegrías, salados de llanto, amargos de obstáculos, ácidos de aprendizajes o picantes de sorpresas.


Te recuerdo lo que comentaba el actor Roberto Begnini, “Comenzar un camino nuevo da miedo, pero a cada paso que damos, nos damos cuenta de que lo peligroso era quedarse quieto”. ¿Nos ponemos en marcha aunque lleguemos al abismo?

Al borde del abismo

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