Ayuso se pasa de frenada

Si admitimos que hay dos gobiernos, uno de ellos, el morado, en claro retroceso, también habremos de reconocer que hay dos oposiciones (al menos) desde la derecha, que es la forma más segura de garantizar que el Ejecutivo de Pedro Sánchez carece de una sola oposición efectiva.

Una es la oposición de Alberto Núñez Feijoo y sus mensajes tranquilos, con los que va recorriendo toda España, en una gira preparatoria a su próxima asunción de funciones como presidente del PP. La otra es la de Isabel Díaz Ayuso, la combativa presidenta de la Comunidad de Madrid, que, ni corta ni perezosa, ha pedido la dimisión de todo el Gobierno por el giro diplomático sobre el Sahara. Bueno, y también está la oposición de Vox, claro, pero ese es otro cantar.

Yo creo que no está el horno para bravatas, brindis al sol ni para pasarse de frenada. Cierto que mucha gente quiere declaraciones contundentes, tomas de posición terminantes, dureza máxima hacia un Gobierno que, la verdad, no acabamos de saber muy bien si nos lleva hacia Rabat o hacia Argel, hacia Siria o hacia Soria o si se queda siempre entre Pinto y Valdemoro.

Pero no creo que sea el momento de pedir, sin más, la marcha de todo el Gobierno, sino, más bien, de ir adentrándose por los caminos de una réplica razonable y razonada ante las patentes contradicciones y los errores potenciales del Ejecutivo.

Una oposición que necesariamente, ahora, habría de estar basada más bien en la cooperación y la crítica constructiva, en la exigencia de explicaciones al Gobierno, que en la confrontación y esa ruptura total que es la retirada de embajadores, o sea, de interlocutores.

Díaz Ayuso triunfa en la calle por lo mismo que los tertulianos más arriscados: porque huye de las medias tintas, de las posiciones ambivalentes.

Cuando, a mi modo de ver, la esencia de la política es precisamente esa: la de sopesar muy bien lo que se hace se dice y conceder que la verdad consiste en porcentajes: nadie la tiene al cien por cien.

Lo fácil es pedir que se marche todo el Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza. E incluso pedir que echen a los que, dentro del propio partido, nos agraviaron.

Lo difícil, sopesar tales porcentajes y situarse en esa zona en la que no se busca el aplauso de ‘hooligans’ y convencidos, ni la ‘vendetta’, sino la eficacia. No, no es el momento para que rueden cabezas, sino para que se asienten más sólidamente -y más cuerdamente-- sobre los hombros. Que falta hace ante tanta insensatez.

Y lo de Vox... por principio soy reticente a las marchas en las calles, que son el último recurso tras el fracaso del diálogo. Aunque reconozco, faltaría más, todo derecho de manifestación e incluso la razón que asiste a los manifestantes.

Con Vox no cabe diálogo, lo mismo que con Podemos; el encuentro, en estos momentos por tantos motivos difíciles, es mucho más productivo para el país que la batalla. No son posiciones pugnaces lo que hace falta, sino todo lo contrario, y confío en que, al menos, Sánchez y Feijóo lo entiendan. Con todas las consecuencias.

Aguardo con especial interés ese encuentro en La Moncloa a partir del 4 de abril. Casi no puedo esperar. El país, tampoco.

fjauregui@educa2020.

Ayuso se pasa de frenada

Te puede interesar