Autómatas sentimentales

Si hay algo que me produzca terror, más allá del miedo al vacío derivado por la pérdida de un ser querido; esto es el llegar a estar rodeada de seres muertos en vida.

Y, es que lo peor de la existencia que conocemos, no es la inexorable muerte a la que estamos condenados desde el momento en que nacemos, sino el adelantar este acontecimiento permitiéndonos ser aniquilados a lo largo de este devenir llamado vida.

Detrás de una persona fría y endurecida, muchas veces, se esconde un alma que, por dolerle los recuerdos, ha dejado de recordar. Un individuo que, cuando descubrió que las lágrimas herían, decidió dejar de llorar. Un ser que, tras descubrir que los sentimientos debilitaban, decidió no volver a sentir.

Personas muertas en vida, refugiadas bajo una coraza de dureza que, a fuerza de entrenar diariamente en la frialdad, ya no saben ser de otro modo. Gentes que deambulan entre nosotros aparentando ser unas personas que, a base de practicar, han conseguido cambiar su esencia para mal. Nada es peor que no saber quien es uno, pero terrible es ser quien uno aprendió a ser a fuerza de palos.

Es preciso recuperar la ilusión perdida, aferrarnos a la idea de que un nuevo ciclo de luz y apogeo está por llegar, desterrar los miedos hasta que estos nos tengan miedo a nosotros y, como decía el gran Alejandro Dumas: esperar y confiar… Porque toda la sabiduría humana está contenida en esas dos palabras y, lo que es mucho más importante todavía: la ilusión.

Una esperanza que es contagiosa, que nos ayuda a querernos y a respetarnos, que nos sonríe, que nos abraza, que nos mece y que nos recibe con un beso en la frente.

Porque esa fuerza es el motor que construye la vida buena, la que es de verdad, la que nos hace soñar sin convertirnos en esclavos de nuestros anhelos, la que nos saluda sonriente porque nos quiere y nos reconoce como auténticos seres humanos y no como autómatas sentimentales.

Huyamos de la tentación de ser mecidos por una auto protección desvirtuada por el dolor. Peleemos por no dejar de ser lo que siempre fuimos y recordemos que la vida es hoy y ahora. Un hoy que nunca regresará y un ahora que está a punto de escaparse para siempre entre nuestros dedos.

*Begoña Peñamaría es
diseñadora y escritora

Autómatas sentimentales

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