Agra do Orzán es un barrio tan céntrico como desconocido de A Coruña. Nacido en los años 50 alrededor de la vieja carretera que ponía rumbo hacia A Costa da Morte, fue el lugar escogido por muchos trabajadores de Galicia para empezar una nueva vida.
El urbanismo sin sentido de los años 60, que daba la espalda a los espacios verdes y apostaba por calles estrechas, hizo que este singular barrio se transformara en la zona más poblada de Galicia. Sirva como ejemplo Chamberí, uno de los núcleos madrileños con mayor población del país. En Chamberí, no se llega a los 600 habitantes por hectárea, mientras que en el barrio coruñés se sobrepasan los 1.100.
Una zona obrera, alejada de conocidos monumentos como la Torre de Hércules, que se vio condenada al ostracismo durante los años 80 y 90. Demasiado tiempo tuvo que pasar para que los dirigentes políticos se acordaran de rehabilitar plazas o el emblemático Mercado das Conchiñas.
El diminuto pero amable rectángulo, de apenas 800 metros de largo y 500 metros de ancho situado entre la Ronda de Outeiro y la Ronda de Nelle, que lleva por nombre Agra do Orzán, vivió con tristeza como algunos de sus vecinos más ilustres abrazaban la merecida jubilación y retornaban a sus localidades de origen.
Un hueco que pronto fue ocupado por nuevos coruñeses, haciendo más válido que nunca el histórico dicho de que en A Coruña nadie es forastero. Y es que, en la actualidad, de los cerca de 30.000 vecinos que conviven en armonía en el barrio, más de 6.000 son nacidos en otros países.
Así, en Agra do Orzán se dibuja un bello paisaje multicultural que, seguro, habría querido retratar el mismísimo Picasso. Cada mañana de domingo, el olor de los ricos callos se entremezcla con el romántico sonido del tango argentino, los pegadizos ritmos del reggaeton colombiano e impregna las coloridas y elegantes vestimentas de los senegaleses.
Tabernas de toda la vida como la Bodega Órdenes, conocida por cómo trabaja pescados y carnes, o la Bodega O Cancelo, con sus vinos en cunca, que rememoran sabores de antaño, conviven orgullosas con cocinas exóticas como las que proponen La Churre, Los Farolitos o Mamá África.
Jenny Pérez y José González son los dueños de La Churre, un local con estética de los años 80, que levantó la persiana por primera vez en 2012 y que pronto se ganó a pulso ser uno de los restaurantes latinos de referencia de Agra do Orzán.
La cocina venezolana y colombiana, hecha con mimo por este matrimonio, sacia la morriña de los clientes que se han visto obligados a vivir lejos de los suyos. “La gente dice que somos un local acogedor y que lo que comen aquí les recuerda a lo que les servían en casa”, cuenta alegre Jenny.
El restaurante consigue los ingredientes para sus platos de la frutería Antonio, una tienda del barrio que importa productos de América Latina.
Por eso, de la cocina no paran de salir manjares como el pabellón criollo, las cachapas o las arepas, que se pueden rellenar de carne, pollo o jamón asado.
Pero si se tiene mucha hambre la mejor opción parece, como explica Pérez, la bandeja paisa, una elaboración que combina carne picada, huevos, arroz, chorizo, frijoles rojos, aguacate, mini arepas y tajadas (plátano maduro).
Una magnífica forma de trabajar que hace que cada vez más coruñeses se animen a probar la gastronomía de La Churre. “Cada día entra más gente gallega en el local y se animan a probar el patacón o las arepas. El tiempo pasa y nuestros platos tienen una mejor aceptación”, remarca la propietaria.
La historia de Los Farolitos supera el guión de cualquier película de amor. Ángel Couto y Adelfa Ramírez, que en junio celebrarán veinte años de matrimonio, se conocieron gracias al chat IRC Hispano.
Por aquel entonces, Ángel, que había estudiado hostelería en Pontedeume, quería dar un giro a su vida, así que se lanzó a la aventura y decidió dejar España para viajar a Veracruz y conocer a Adelfa.
Para suerte de ambos, el amor triunfó y Couto y Ramírez decidieron continuar su idílico romance en Galicia. Antes de ponerse al frente de Los Farolitos, el matrimonio se hizo cargo de El Tajín del Orzán, una mítica tienda de frutos secos y golosinas.
Cuando el Orzán empezó a perder vida, Ángel y Adelfa retomaron un viejo anhelo: montar un restaurante verdaderamente mexicano en A Coruña. “Cuando Adelfa llegó a España, la llevé a comer a algunos de los pocos mexicanos que había en la ciudad. Ella notó que aquella comida intentaba parecerse a la de su país, pero que no lo conseguía. Fue entonces cuando de verdad nació Los Farolitos”, recuerda nostálgico Ángel.
Hoy, el restaurante se antoja una parada obligada para aquellos mexicanos que viven en A Coruña. El objetivo, reconocen, no es otro que hacer que los clientes se sientan como en casa. “En una ocasión, un cliente nos dijo que si se ponía una venda en los ojos se sentía en México. Eso no tiene precio”, dicen alegres los propietarios.
Y así lo reflejan las geniales reseñas de sus comensales, que le han hecho conseguir el certificado de excelencia de la web especializada Tripadvisor en varias ocasiones.
Pero quizá el mayor triunfo de Los Farolitos sea presentar cada plato sin adaptarlo al gusto de los coruñeses. “La gente está enganchada a los tacos de cochinita pibil y al mole”, dice aún sorprendida Adelfa. “Pensé que el mole no iba a tener muchos adeptos. Tiene un sabor muy peculiar, ya que se juntan distintos tipos de chile, chocolate o canela”, desvela.
Y aunque según parece quedan Farolitos para rato, Ángel Couto espera vivir en México algún día. “Soy un mexicano que nació en Ferrol. Más pronto que tarde estaré sirviendo empanada gallega al otro lado del charco”, finaliza entre risas.
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Poner un pie en Mamá África es como volver a un bar de barrio de los años 70. En el restaurante senegalés de cocina casera, los fideos al vapor con pollo y salsa de la casa, el guiso de habas con ternera y tomate o el cuscús senegalés son algunos de los platos más demandados.
Agra do Orzán demuestra que los barrios tienen mucho que decir y que A Coruña es mucho más que hacer la ruta de vinos o tapear por San Juan, San Andrés o Alfredo Vicenti.