Ante todo, quieren mandar un mensaje de tranquilidad: "que se quede tranquilo todo el mundo, que esto no es un entierro", explica Rubén. "Todo tiene un ciclo y La Postrería nació como un concepto creativo, con una idea que no solo se llevó a cabo sino que superó con creces todas las expectativas que teníamos", añade. "Queríamos un sitio distinto que rompiera y en el que se pudiera estar en cualquier momento del día", apunta Juan quien, como interiorista, fue el que se encargó del espacio: "Era un nuevo concepto de hostelería, en el que ya no era solo una barra y unas mesas, queríamos algo confortable, un poco como tu casa; por eso hay una chimenea, que es algo que todo el mundo pondría en su casa y que da una sensación muy acogedora".
Ahí nace un lugar "polivanente, muy funcional" con ese concepto hogareño chic en el que los sofás chester han tenido siempre una relevancia especial. "Un chester es un sofá icónico -explica Juan-, que aparece en cualquier serie de culto y queríamos poner piezas icónicas de la decoración; las mezclamos y nos salió esto".
El concepto era novedoso en la ciudad, así que quienes entraban en el local se llevaban una sorpresa. "Al no haber una barra, la gente no sabía muy bien qué hacer", recuerda Rubén. "Y había excursiones a los baños -apunta Juan-, gente que venía, entraba al baño, daba la vuelta y volvía a salir después de haberlos visto". El diseño rompedor del cuarto de baño era una táctica. "Queríamos que algo no muy bonito, como es el hecho de ir al baño, se convirtiese en una experiencia".
El problema es que muchos no sabían entrar, porque toda la pared, de arriba abajo, estaba decorada con un espejo, pero también había otros que no lograban volver a su mesa, porque por dentro los azulejos no permitían distinguir bien dónde está la puerta. "Algunos nos llamaban por teléfono porque no sabían cómo salir", comenta Rubén.
Los chester "vinieron de Manchester, al igual que la lámpara de arco, las sillas de vaca... y el espejo vino de Amberes", recuerda el interiorista. Junto con su socio, se fueron un fin de semana a Londres y recolectaron un montón de piezas vintage, cuando muchos aún no conocían bien el significado de esta palabra, para el nuevo local. "Llenamos una furgoneta y nos lo trajeron todo", recuerda.
La mesa alta que instalaron en el centro del local con luz incorporada y que últimamente hacía las funciones de barra también era rompedora. "El problema es que la gente no la usaba porque, en aquel momento, no estaban acostumbrados a sentarse en una mesa de forma compartida y tuvimos que quitarla", asegura Juan.
Si el propio espacio, la barra y los chester llamaban la atención de quien entraba por primera vez en La Postrería, los perros de porcelana tampoco se quedaban atrás. "Va en esa idea de que la gente se sintiera como en su casa", aporta Juan. En este caso, los animales , que se disfrazaban de Reyes Magos cada Navidad hasta que uno se rompió y solo quedaron dos, están decorados y firmados por Moncho Borrajo. "Cada vez que tenía una actuación en A Coruña venía y nos pintaba uno", afirma Rubén.
La originalidad de La Postrería como establecimiento era conocida por todos los coruñeses. Pero su fama llegó hasta Estados Unidos, gracias a una mención que les hicieron en el New York Times. "Un reportero que vino por aquí y que no teníamos ni idea de quién era porque apareció con una mochila y pinta de peregrino resulta que al final escribía en el NYT y nos enteramos de que salíamos tiempo después".
El espacio ha aparecido en numerosos reportajes de moda de revistas, en spots publicitarios y también en una película, "La mujer invisible".
Para despedirse por todo lo alto, La Postrería organiza este domingo un mercadillo para que todos los fetichistas que siempre admiraron la decoración y los objetos de diseño que les acompañaban a la hora de tomar un café o un cóctel puedan llevárselos a casa. Algunas piezas ya han encontrado dueño, como sucede con los chester, que un comprador va a utilizar para decorar una nave en la que ofrece fiestas para sus amigos.
Seguramente, para el mercadillo queden pocas cosas ya. Durante la mañana del viernes, numerosos clientes y amigos acudieron a ver si podían hacerse con alguna pieza icónica, desde los jarrones hasta las mesas. Y, de paso, para tomar el que será ya el último café de La Postrería.