El chelista madrileño Pablo Ferrández (1991) ha logrado hacer historia al meterse en la final de uno de los concursos internacionales de música clásica más importantes del mundo, el "Tchaikovsky International Competition", en el que ha quedado cuarto, y lo ha logrado, dice a Efe, siendo él mismo.
Ferrández ha contado hoy que tuvo que enviar un DVD el pasado mes de enero al jurado, que apreció que entre las 600 candidaturas recibidas de todo el mundo, de músicos de entre 16 y 32 años, él merecía estar entre los 50 semifinalistas.
Luego se celebró una preliminar en Moscú y pasaron la mitad de ellos. Esos 25 tuvieron que tocar una hora de recital y fueron elegidos 12, que, tras interpretar otra hora con otro programa y un concierto clásico con orquesta, fueron reducidos a los 6 finalistas que el pasado domingo se lo jugaron todo en Moscú.
El madrileño interpretó en la final, en la Gran Sala de la Filarmónica de San Petersburgo, el concierto para violonchelo y orquestas de Dvorak y las Variaciones Rococó de Tchaikovsky.
El jurado, formado por chelistas como Mischa Maysky, Geringas y Monighetti, tuvo tan complicada la decisión que tuvo que posponer su decisión, anunciada en principio para el mediodía del martes, hasta anoche.
Finalmente, los jueces de la XV edición del certamen concurso -se celebra desde 1958 cada cuatro años-, optaron por el músico rumano, Andrei Ionita, de 21 años, seguido por los rusos Alexander Ramm y Alexander Buzlov.
Tras Ferrández quedaron la coreana Kang Seung Min y el holandés Jonathan Roozeman.
"El jurado no ha explicado su elección pero, en cualquier caso, la experiencia ha sido increíble porque solo con llegar a la final se te abren muchísimas puertas", asegura el español, que recuerda que Mischa Maysky quedó el sexto cuando concursó y es "mucho más famoso que el ruso que quedó primero".
"La valoración que hace el jurado es completamente subjetiva, porque es un arte, no un deporte. Todos los que han participado son grandísimos chelistas y el jurado ha insistido siempre al dar a conocer sus decisiones en que, desgraciadamente, solo podían elegir a un número concreto".
Está persuadido de que lo que le hizo superar las finales es que nunca tocó "como si estuviera en un concurso, para gustar al jurado, sino en un concierto", y que ha sido su "expresión musical" la que le ha hecho llegar tan lejos.
En estos últimos siete meses no ha hecho otra cosa, revela, que "estudiar, comer y dormir" porque el chelo "requiere una dedicación muy estricta, de mucho compromiso".
No es capaz de recordarse sin uno en las manos, y "cree" que empezó a tocarlo cuando tenía 2 años.
"Mi padre es chelista de la Orquesta Nacional de España, y mi madre, profesora de música. Ella inventó para mí un método -Mago Diapasón- que desarrolla el oído absoluto en los bebés".
Es decir, él puede traducir en notas cualquier sonido sin necesidad de partitura. "Es verdad que el oído absoluto es un don natural, pero mi madre -Paqui Castro- ha desarrollado un método que puede lograr que los niños, desde bebés, lo tengan", revela.
El sueño de Ferrández, que vive en Frankfurt, donde cursa estudios de doctorado que compatibiliza con conciertos como solista, es llegar "a los 50 o 60 recitales por año y viajar por todo el mundo".
Sus próximas actuaciones están previstas en Santander -el día 7- Amsterdam, Tokyo, Paris, Florencia y Madrid, con orquestas como la Filarmónica de San Petersburgo, Sinfónica de Galicia, Kremerata Baltica o el Maggio Musicale Fiorentino.