Un viaje musical a los años 90 para revivir la historia de Sam y Molly

Un viaje musical a los años 90 para revivir la historia de Sam y Molly
Uno de los momentos del espectáculo ayer, en el Palacio de la Ópera | Pedro Puig

Un torno de barro, fantasmas y una canción reviven una de las historias más míticas de los años 90. Esta vez en formato musical, Molly, interpretada por Cristina Llorente, cuenta con dos Sam, David Bustamante y Ricky Merino, que se turnan para trasladar a los espectadores al interior de Ghost.


Las luces se encendieron una noche más de febrero en el Teatro EDP Gran Vía de Madrid. Hoy lo hacen en el Palacio de la Ópera de A Coruña. No faltan las habituales medidas contra el coronavirus, un recuerdo más de que la cultura segura es posible.


Públicos de todas las edades llenan el teatro. Algunos probablemente vieron la película en el cine en su estreno o en sus casas. Para otros, será incluso la primera vez que conozcan a Sam y Molly.


El aspecto fantasmagórico se palpa desde el inicio de la función. El humo cubre un gran telón en el que se lee el nombre del musical en mayúsculas: Ghost.


Tras presentar a los músicos, aparece en escena el apartamento de Sam y Molly. El parecido con la película está muy logrado. Pero si algo impacta es el parecido de Cristina Llorente a Demi Moore. El arriesgado peinado “en taza” es idéntico al de Molly.


Los escenarios cambian en segundos, convirtiéndose en una oficina e, incluso, en un metro, donde se vive una de las escenas con más “magia”.


La clásica canción “Unchained Melody” no tarda en aparecer en escena. No será la última vez, pues llega a 

sonar tres veces, una de ellas en castellano. Durante la función, canciones “muy pop” llenan el escenario, donde tampoco faltan las baladas románticas.


Saltos en el asiento y espectadores preguntándose “cómo han hecho eso” llegan cuando Sam muere. En una milésima de segundo, hay dos cuerpos en escena. El truco no deja indiferente a nadie. Tampoco lo hace cuando Sam atraviesa una pared o un fantasma entra en el cuerpo de la “vidente, pitonisa y espiritista” Oda Mae. Parece que literalmente la actriz Ela Ruiz lo engulle.


Las intervenciones de Ela Ruiz aportan el punto cómico imprescindible en la historia. Entre carcajadas, vuelve a sorprender lo fiel que es el musical a la película, esta vez en el vestuario, ya que el atuendo que lleva en el banco es idéntico al del largometraje.


La escena del barro se hace esperar, pero cuando llega no defrauda. “Unchained Melody” suena de fondo, como no podía ser de otra forma, pero rápidamente Carl corta la magia cuando aparece en escena. La traición del amigo de Sam, interpretado por Christian Sánchez, otorga profundidad a la historia y agudiza los personajes.


Un final “de película” cierra el espectáculo entre aplausos tras dos horas que dejan curiosidad por ver al otro Sam en acción.

Un viaje musical a los años 90 para revivir la historia de Sam y Molly

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