Reportaje | Una aldea poblada por mujeres con alas que marcó el principio del feminismo

Reportaje | Una aldea poblada 
por mujeres con alas que marcó 
el principio del feminismo
Dos de las protagonistas en los momentos en que ponen a rodar sus recuerdos para el documental

Marina Chiavegatto y Millán Castro tenían la historia guardada en un cajón. Faltaba dinero para hacerla y hacerla bien, así que cuando vieron la convocatoria de los premios de Igualdade Luísa Villata, que presentó por primera vez la Diputación, pensaron que era el momento de sacarla a ventilar. Así nació “Tecido resistente”, un trozo de memoria en movimiento sobre lo que aconteció hace un siglo en Présaras (Vilasantar), nada menos que el feminismo en bloque, alrededor de una fábrica, la de Hilados y Tejidos de Vilasantar, que puso a funcionar a 300 mujeres. Esas telas les dieron sin saberlo independencia, potestad en un tiempo donde ellas eran las últimas en cerrar la puerta. Antes, los maridos habían llevado a los críos a la escuela.
La cinta –que se podrá ver el 19 a las 19.30 horas en la biblioteca de la Sagrada Familia; el 22, en el CGAI, a las 18.00 horas y el 27, en el centro de Los Rosales– es la historia de cinco mujeres –Milagros, Carmen, Lola, María y Julia–, cada una con sus recuerdos. Porque sin querer, las cinco y otras casi 300 más marcaron un punto de partida del empoderamiento femenino en un país donde se funcionaba a la inversa.
Y es que en Présaras todos “lo tenían asumido como normal que fuera ella la que mantuviera la economía familiar”, cuenta Marina, y aunque no tenía nombre, este fenómeno fue un antecedente de todo lo que hoy se trata de potenciar con el plus de que se dio en un hábitat cuanto menos hostil, en pleno rural gallego, donde desde comienzos del siglo XX hasta los años 60 lo que se acostumbraba era a intercambiar patatas por harina. Sin embargo, estas empleadas venían con billetes, cuando “no se manejaba tanto dinero”. Al haber excedente, explica la directora que no las había más coquetas en toda la comarca. Lo gastaban en mantener la casa, sí, pero también en sus caprichos y esa sensación de ser libres la llevaban al terreno personal.
No aceptaban los convencionalismos sociales porque sí y salían con chicos, pero tampoco se casaban con el primero que se lo pedía. Cobraban todas la semanas según la tela que producían. En la planta fabril, la plantilla subía a 350, de los que 50 eran hombres, pero se dedicaban a tareas de mantenimiento de las máquinas.
Milagros, Carmen, Lola, María y Julia son las protagonistas del documental. Las que ponen a los espectadores en situación, en una localidad donde se contaban hasta once tiendas de ultramarinos, en la que se iba al zapatero y hasta dormía la Guardia Civil. También las había que vivían en el rural y las que, como Julia, cuando su futuro marido se declaró, le pidió también que dejara de trabajar: “Ella le dijo que la fábrica no la dejaba”. Así que el pretendiente lo pensó mejor y se vino a Présaras.
Entre 80 y 90 años, la fábrica de hilado repartió independencia económica hasta que un incendio la convirtió en cenizas en los 60, y con él Présaras dejó también de latir.
Muchos decidieron hacer las maletas y emigraron a Alemania o Suiza y las que se quedaron, abrieron negocios porque sabían lo que era tener alas y nunca dejaron de volar alto. Hoy, en Présaras ya no hay supermercados, solo algún bar da atisbos de que el pueblo sigue vivo.
Los autores no quisieron contar la historia de la fábrica sino de las personas: “No quisimos ser demasiado rigurosos a la hora de explicar lo que hacían”. Había que mantener viva la memoria de ese tiempo y las eligieron a ellas y a sus recuerdos. Entre las cinco, está la que nunca se casó, la que trabajó a destajo, que era la forma de traer más papel cuñado a casa, y la que tuvo seis hijos y explica cómo eran las bajas de maternidad entonces.
Con “Tecido resistente” quieren llegar a bibliotecas y centros sociales, a todas las generaciones, las que vivieron este capítulo y las que no. Por eso, además del vídeo, está una web para que todo quede plasmado y toque a más gente. En 40 minutos, la memoria respira. Sale a flote. En femenino. l

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