Los allanamientos de indigentes obligan a tapiar el acceso a los solares en obras

Los allanamientos de indigentes obligan a tapiar el acceso a los solares en obras
Algunos de los edificios en obras, como este de Vista Alegre, se han convertido en vertederos con el paso del tiempo y la falta de vigilancia | quintana

A día de hoy, el paisaje coruñés todavía está marcado por los esqueletos de hormigón de los edificios que fueron alcanzados de lleno por el estallido de la burbuja inmobiliaria. Muchos son propiedad de las entidades bancarias, que no tienen un uso para estas estructuras. Sin embargo, los indigentes sí que les han encontrado utilidad, y con los años son bastantes los que abandonan los portales y los puentes para cobijarse allí. Algunos hasta los han convertido en almacenes de todos los objetos que recogen en los contenedores, dándoles la apariencia de vertederos irregulares. Pero el principal problema es que los propietarios del terreno son legalmente responsables de cualquier percance que sufran si el perímetro no está cerrado. Eso está obligando a las entidades bancarias a tapiar uno por uno todos los accesos a las promociones abandonadas.
Es de destacar que muchos de estos esqueletos de hormigón cuentan con escaleras, que llevan tanto a los pisos superiores como, en algunos casos, a los garajes de los niveles inferiores. Una simple caída podría provocar un accidente mortal, así que los propietarios prefieren curarse en salud. “A mí no me molestan”, dice uno de los operarios enviado a tapiar los niveles inferiores de una obra señalando a una persona envuelta en mantas que duerme en un rincón.
 

En grupos
En A Coruña se calcula que son entre quince y treinta los sintecho que suelen dormir en la calle. A veces lo hacen grupos, como ocurre en un inmueble de Vista Alegre, donde los vecinos llevan años observando como sale y entra gente de un solar en obras. “Lo taparon por un lado con una valla de madera, pero por el otro hay una puerta por la que pueden entrar”, comenta un testigo.
A lo largo de los años, ese grupo compuesto por unas cinco personas (algunos apuntan a quince) ha conseguido convertir la planta baja en un almacén de chatarra y madera, presumiblemente para calentarse.
De hecho, algunos de los incendios más graves que se registraron el año pasado tuvieron lugar en edificios abandonados: uno en San Andrés, en septiembre, cuando unos okupas prendieron una hoguera para calentarse. Hace casi un año, el 15 de febrero, en Palavea, en un edificio abandonado de la inmobiliaria Epamar, un sintecho que pernoctaba en uno de los pisos afectados por la quiebra de la inmobiliaria, decidió hacer una hoguera para calentarse y levantó el suelo de madera para encender el fuego, que se descontroló y consumió varias habitaciones de la vivienda.
 

Casos de okupas
De todos modos, no hay que confundir este fenómeno con el de los okupas, como los de la Comandancia de Obras, ni tampoco con el de las personas con escasos recursos, que también se encuentran en riesgo de exclusión y que han creado verdaderas viviendas en edificios viejos o promociones casi terminadas.
Precisamente, en Palavea hay varias personas viviendo así en la promoción donde se declaró el incendio.

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