Nadie dijo que tener una relación fuese fácil. Que le pregunten a cualquiera que lleve cuarenta años de matrimonio cuántos sapos ha tenido que tragar para compensar los que ha tragado, a su vez, su otra mitad. Lo que le toca deglutir al PSOE son un montón de reses, esas a las que se refirió Alberto Garzón en sus ya no se sabe si desafortunadas o malintepretadas –en el fondo da igual– declaraciones sobre el sector cárnico. Importa poco si los socialistas son la parte fuerte del Gobierno de coalición, la cuestión es que son parte, lo mismo que el ministro al que critican con más saña que la oposición, que ya es decir. Y les toca defenderlo. Por la misma lealtad que reclaman cada vez que a sus socios les da por hacer de caballo de Troya en La Moncloa. Se lo ha tenido que recordar Yolanda Díaz, y tal como están las cosas, con la vicepresidenta segunda como principal activo y la derecha esperando la ruptura, no se pueden permitir no escucharla.