Señales que, apostadas a lo largo y ancho de las vías del área, dejan bastante que señalar

Señales que, apostadas a lo largo y ancho de las vías del área, dejan bastante que señalar
Las señales que instalan los ayuntamientos del área metropolitana pueden confundir al conductor porque han quedado obsoletas, como en O Carballo

Que la instalación de señales verticales en las vías públicas no debe ser una de las prioridades de un gobierno local, en lo que a gestión municipal se refiere, es de sentido común. Sin embargo, si con el paso inexorable del tiempo la cuestión, de segundo, tercer o cuarto plano, pasa ya a la indiferencia más absoluta, se pueden alcanzar extremos que podrían afectar incluso a la integridad física de las personas.


Un ejemplo de esto último se encuentra en la carretera nacional N-VI, en el tramo urbano de O Carballo. Los conductores que circulan en sentido Betanzos ven como una señal les informa de que el acceso a la casa consistorial de Oleiros se encuentra a pocos metros a su izquierda.
 

En su momento la información que exhibían era correcta. Ahora ya lo es menos. Hace años que a ningún automovilista, eso sí, que conozca la zona, se le ocurriría realizar maniobra semejante ante el riesgo de provocar un accidente.
 

El giro se prohibió cuando se construyeron dos glorietas, a la entrada y salida de O Carballo, que son de uso obligatorio para los cambios de sentido. Pero la señal allí permanece enfrentada al paso del tiempo sin que nadie parezca disponer de unos minutos para retirarla y evitar, solo quizás, un desagradable incidente de tráfico.
 

Mireflores 

Menos riesgo supone la señal que en la vía que enlaza Oleiros con Arillo, en Dorneda, indica la ubicación del pazo de Mireflores. Una edificación que, por mucho que se empeñe la información, no ha dejado de ser Miraflores. No obstante, el Ayuntamiento de Oleiros no debe de tomarse esto como algo personal. Ejemplos hay a lo largo y ancho de las carreteras de la comarca.
 

En Betanzos, el Gobierno local instaló recientemente señales en las que se indica el nombre del núcleo al que accede el conductor. Es una incógnita el criterio elegido para que en algunas localidades se detalle la parroquia a la que pertenece y en otras no.
 

Al visitante se le informa de que Montellos es un lugar de Santo Estevo de Piadela. Detalle que se le niega cuando se da de bruces con la señal de Guiliade que, a saber, todavía no se ha escindido de esa parroquia.


Parece ser la cuestión de los límites territoriales un “handicap” para los distintos ejecutivos locales. En Abegondo, el automovilista que transita por la vía que enlaza Betanzos con Cesuras toma consciencia de que ha entrado en el núcleo de Limiñón cuando ya cruzó un buen trecho del mismo. Culleredo tiene su variante en el rural. A la vista de la seña que reza Veiga-Boedo, el forastero se hace cruces para aclararse sobre qué pertenece a qué. 

Señales que, apostadas a lo largo y ancho de las vías del área, dejan bastante que señalar

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