Mientras que la promoción de Palavea destaca por ser la más problemática de los edificios que quedaron a medio construir por el estallido de la burbuja inmobiliaria, la de A Fontenova es la más grande de la ciudad. Se da la casualidad de que en este edificio, situado en el 380 de la avenida de Finisterre, las obras para rematarlo se reanudaron hace un año. La Sareb, también conocida como el ‘banco malo’, tiene pensado comenzar a vender los 134 pisos antes de que acabe este año. 

La entidad ha conseguido la licencia para empezar las obras del garaje, que comparte con el 376, que es un simple esqueleto de hormigón y ha llegado a un acuerdo con la Junta de Compensación (que agrupa a todos los propietarios del suelo) para urbanizar el perímetro. Una vez haya realizado esta y otras obras, podrá solicitar al Ayuntamiento la licencia de primera ocupación.

Sin embargo, los planes se desarrollan de forma muy lenta y han surgido problemas. Para empezar, ambos edificios están okupados. En el esqueleto de hormigón, por ejemplo, hay personas viviendo desde hace años, muchos de ellos sin techo que han montado precarios refugios. En marzo, se descubrió el cadáver descompuesto de uno de ellos. 

Aún es más preocupante que en el otro edificio, el que está prácticamente acabado, se haya producido otra okupación este mismo año. La Sareb había instalado alarmas en los accesos de los portales precisamente para prevenir este problema, pero no lo hizo en los garajes, y de eso se aprovecharon dos sujetos para instalarse allí. 

En realidad, los okupas siempre han sido un problema para esta vieja promoción, amenazada por al cercanía de la refinería. Hubo un caso masivo en 2012, cuando se mudaron al lugar docenas de chabolistas de Penamoa durante la erradicación del poblado. Fue necesaria una igualmente masiva operación policial para expulsarlos.