Reportaje | El peso del amor todavía se mide en quilates para celebrar San Valentín

Reportaje | El peso del amor todavía se mide en quilates para celebrar San Valentín
Covadonga, Ángeles y Antón en Joyería Romeu, situada en la calle Real | Quintana

Que Marilyn confesase que los diamantes son el mejor amigo de una mujer, Audrey nos llevase a desayunar en Tiffany’s y James Bond descubriese que los diamantes son para siempre no ha hecho sino perpetuar la relación entre las joyas y las conquistas, pero también respecto a las demostraciones de amor. No existe un establecimiento del sector que no despache alguna vez una compra relacionada con los quehaceres del corazón. Y en ese sentido estos días previos a San Valentín se llevan la palma en el sector del comercio. 


Podrían escribir no un libro, sino el guión de una telenovela a base de anécdotas de amor y desamor, los responsables de Joyería Romeu, que en 2025 cumplirá 60 años en la ciudad. Situada primero en la calle de los Olmos y desde 1983 en la calle Real, el negocio en sí es toda una demostración de amor, aunque no en el sentido romántico de la expresión.  Ángeles Romeu y sus hijos Covadonga y Antón mantienen en el día a día el carácter familiar del negocio 


Covadonga Togores ha visto cómo el paso de los años, la evolución de las costumbres y las visiones han moldeado la forma y el por qué de las compras, pero no del todo. “El perfil del comprador suele ser más el del chico que regala a la chica, pero los regalos se han diversificado mucho”, reconoce. “Creo que las joyas se relacionan con el amor por un tema sentimental; son cosas que pasan de generación en generación y es fácil acertar. También son detalles de épocas o momentos simbólicos”, añade.


Si algo han aprendido despachando muestras de cariño los Romeu es que el amor no tiene edad. De hecho, las dos anécdotas que recuerdan con más cariño tienen que ver con picos o extremos con los que Cupido no acostumbra a tratar. “Mi madre y yo siempre nos acordamos de un chico muy jovencito, de unos 13 años, que vino a comprarle un detallito a su novia”, confiesa Covadonga, a la que la situación conmovió tanto que acabó por facilitar la labor del joven. “Venía muy convencido, pero se dejó asesorar y, como vimos que tenía un presupuesto muy reducido, acabamos por venderle la joya incluso por debajo del precio”, añade.


En el otro lado está un adulto de avanzada edad, de “unos 80 y pico años” según la joyera, que a punto estuvo de plantarse en el 14 de febrero sin un detalle para su enamorada. “Nos cogió cuando estábamos cerrando pero insistió en que debía comprarle algo a su mujer, así que se llevó un colgante de varios rubíes; al cabo de un tiempo vinieron los dos a darnos las gracias”, recuerda Covadonga, quien seguramente a lo largo de la jornada de hoy tenga que dar consejos a los enamorados más rezagados. 

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