Reportaje | ¿Por qué han dejado de doblar las campanas de la hostelería coruñesa?

Reportaje | ¿Por qué han dejado de doblar las campanas de la hostelería coruñesa?
Óscar Hermida, de La Escondita, con el bote de propinas | Quintana

Incluidas en muchas guías de viaje entre las recomendaciones de usos y comportamientos, la gratificación en forma de propina ha funcionado en España durante mucho tiempo como el indicador más personal para medir el grado de satisfacción de un cliente. Lo que hoy en día se realiza de forma anónima en forma de post sirvió, además, de ingreso extra para una profesión marcada en ocasiones por la estacionalidad y la incertidumbre. Sin embargo, el cambio en los usos y métodos de pago, el reinado de la transacción electrónica y la progresiva desaparición del cash han provocado que los las famosos botes de propinas se vacíen progresivamente y el repicar de las campanas sea cada vez menos frecuente. 


A pesar de que España era uno de los países más reticentes a la digitalización, la llegada de la pandemia y las recomendaciones sanitarias le dieron el empujón definitivo a una fórmula que en Europa se ha estandarizado y normalizado. Los pubs británicos han dejado de aceptar el pago en efectivo en horas punta, así como buena parte de los negocios, mientras que Dinamarca vincula la reducción de los atracos callejeros hasta la nada con el hecho de que los bolsillos de los ciudadanos no tengan nada que rascar. Sin embargo, en aras de la comodidad se esconde una inversión en sí para los hosteleros, tal y como explica el presidente de la Asociación Pronvicial coruñesa, Héctor Cañete: “Esta misma semana hemos decidido realizar una nueva ronda por los bancos para ver la mejor oferta; los TPV son caros, cada transacción nos supone dinero y todo depende de los importes y el número de pagos. La gente se ha acostumbrado a pagar incluso el café más pequeño con tarjeta o móvil y eso nos supone dinero”.  Eso sí, del importe mínimo para pagar no queda ya ni rastro.


Aunque no existe de momento un registro a nivel coruñés en la proporción de uso de un método y otro, Cañete percibe una especie de revolución de la nostalgia y, al igual que sucede con los códigos QR y la carta, una reivindicación de lo tradicional. “Existe un movimiento social de vuelta al cash, se ha llegado a un punto extremo con la tarjeta y hay una acción-reacción”, asegura. “La propina se resiente, porque antes dejabas parte de la vuelta y ahora no queda nada; solamente se mantiene en restauración, donde la gente paga y busca en los bolsillos, o muchas veces acabas de comer y das una gratificación”, añade. 


Un empresario de la ciudad, con negocios tanto en la hostelería como en el ocio nocturno, cifra en una reducción de aproximadamente el 70 por ciento el volumen del bote de las propinas para los trabajadores. “Se ha notado muchísimo, especialmente en la noche”, explica. Y es que lo que tradicionalmente representaba aproximadamente un 10 por ciento del salario se ha resentido hasta el punto que, en función del método elegido para el reparto, apenas alcanza el 2 o 3.


Es en el cara a cara entre el trabajador y el cliente donde sí se mantiene el hábito de la propina, por más que el pago se realice con una tarjeta o vía Bizum. El cliente acostumbra a esperar con monedas preparadas, y en el reparto posterior la costumbre es que sume para todos los profesionales implicados en el proceso de preparación. También las máquinas de tabaco y su vuelta acostumbran a volver en forma de propina. 
Cada establecimiento establece por acuerdo conjunto los dividendos, en los que rara vez entra el empresario y donde mayormente existe el reparto a partes iguales entre todos, incluida la cocina.

 

Más acentuado en el ocio
Se acentúa especialmente la tendencia de pago electrónico en los pubs y las discotecas, donde la transacción es cada vez más rápida, impersonal y, muchas veces, realizada directamente sin comunicación verbal alguna. La deshumanización es la principal enemiga de la gratificación, tal y como afirma el responsable de uno de los referentes de la zona del Orzán. “La gente ya no baja con dinero en efectivo, sobre todo la gente joven. Solamente algunas personas de edad más avanzada siguen pagando en efecivo”, subraya. “Obviamente, las propinas han bajado, es más cómodo dejar el importe exacto”, añade. 
El hostelero cree que el cobro analógico sigue siendo más efectivo, valga la redundancia, pero que las mejoras son notables. “Hoy en día, con la fórmula contactless, es mucho más rápido que hace diez años”, recuerda.


Sin embargo, el ser humano no ha creado todavía una tecnología infalible, y en el último fallo del sistema wifi saltaron todas las alarmas. “No hace mucho se estropeó el wifi y es una problema enorme; ya no es que la gente no tenga dinero en el bolsillo, sino que ni siquiera llevan tarjetas físicas”, finaliza. Lo que toda la vida fue el 'bote gracias' afronta la necesidad de reinventarse. 

 

De la tpv al bote gracias con varias fórmulas alternativas

El proceso de digitalización no es necesariamente un enemigo directo de la gratitud, siempre y cuando el pagador y el cobrador se pongan de acuerdo. Así, aunque a la hora de pagar una cuenta de, por ejemplo, 19.50 euros, queramos que los 50 céntimos restantes vayan a parar al servicio de poco sirve marcar 20 en la TPV si no avisamos previamente.

 

Muchos propietarios de negocios acceden a incluir la propina y, posteriormente, tirar de la caja de efectivo e introducir el monto restante en el bote de propinas. Además, existen aplicaciones como TipYo para dejar propina aunque no tengamos efectivo, o directamente se puede especificar en la transacción electrónica el monto que deseamos que vaya a parar a la labor del servicio, que generalmente se divide de forma equitativa.

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