Contaba David Trueba en ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ la famosa historia de Juan Carrión, un profesor de inglés que en 1966 viajó de Cartagena a Almería para conocer a John Lennon. Cuenta la leyenda que la empatía que se generó fue mutua y que incluso logró que en varios álbumes de The Beatles hubiese guiños al docente. Y, como en casi todo, hubo una suerte de remake protagonizado por un médico coruñés que disfrutó de una historia si cabe más meritoria y enrevesada. La de Santiago Casares, durante décadas médico internista en el Chuac, es la odisea de un fan de Paul McCartney que un día condujo desde Segovia a Sussex para conocer su ídolo. Y acabó siendo el invitado especial del de Liverpool, que incluso llegó a servirle un te con pastas en su casa.
Era 1979 y entre la ciudad del acueducto y el condado británico mediaban muchos más mundos que hoy en día. Santiago tenía en aquel entonces 28 años y una plaza de residente en el hospital, después de haber cursado la carrera en Santiago de Compostela. Por delante le quedaban diez días de vacaciones y, en su cabeza, surgió una idea. Así lo relató en 2018 el proceso al programa de Radio Nacional ‘Esto me suena’: “No sé por qué me planteé conocer a alguien interesante en mi vida. Pasé por muchas personas y me decanté por unos de The Beatles por lo que habían conseguido en todo el mundo. Lo escogí porque me quedaba cerca y pensé que sería fácil”. Como quien iba a pedir un cochinillo a la vuelta de la esquina, Santiago cogió carretera y manta, directo a la casa de una de las personalidades más famosas del mundo en aquel entonces.
Por Londres se enteró de que hacia el condado de Sussex McCartney debía tener una casa. Se trata de una zona, según Santiago “muy parecida a Galicia por las casas alejadas unas de otras y el color verde”. Eso sí, llegar a una enorme campiña y encontrar a un famoso era difícil incluso en 1979. “Hubo una mujer que me ayudó y me recomendó ir a una tienda en la que supuestamente McCartney había estado el día anterior. Allí me dijo el dueño que el día anterior le había instalado un equipo de alta fidelidad y me guió hasta la casa. Yo le seguí en mi coche”, relata Casares.
El médico coruñés había ubicado dónde podía estar Paul McCartney. Pero claro, también es fácil saber dónde viven Tom Cruise o Hugh Grant, y no por ello cualquiera puede completar la parte más difícil del proceso. A no ser que una encantadora persona del servicio, muy británica, le vea a un médico residente coruñés un brillo especial. “No había nadie en la casa, salvo una señora, que me preguntó qué hacía yo por allí, alguien de España metido en el centro de Sussex”, recuerda. “Le dije que había ido a ver a Paul, así que me prometió que hablaría con Linda (su mujer) y que en una hora me daría una respuesta”, agrega. Aquella interminable espera acabó con una cita para las 12.00 horas del día siguiente. El momento en el que, supuestamente, Sir Paul McCartney recibiría a Santiago Casares.
Con puntualidad británica se plantó de nuevo en la casa al día siguiente y el cuento de hadas siguió discurriendo por caminos inverosímiles. “Él me saludó, entró en mi coche y pasé un día entero dentro de su casa. Tenía una imagen de Paul McCartney por los vídeos y las fotos en blanco y negro de la época, pero lo primero me pareció una persona muy alta, delgada y estar al lado de él fue impresionante todo lo que sentí”, confiesa.
El comienzo de esa impensable amistad siguió de una manera muy británica: velada en el salón, con música directo a cargo de Paul y, cómo no, un te con pastas servido por uno de los músicos más grandes de todos los tiempos. “Tocó para mí con naturalidad durante una hora en su estudio. También me hizo un te. Estábamos Linda y yo y su hijo James”, dice. “Yo estaba pendiente de reconocer lo que él silbaba. Se notaba que disfrutaba de lo que pasaba. Veía a los fans no como una multitud, sino como una persona individual”, analiza Casares, quien cuando lo invitaron a dormir tuvo una respuesta que no olvida: “Dije que tenía que volver a Segovia”, subraya. No fue una despedida definitiva. Unos años después volverían a verse las caras en un concierto en Madrid. Casares estaba con su hija, a la que llamó Linda, y hubo un saludo entre medias que hace al médico asegurar sin lugar a dudas: “Sé que él se acuerda de mí”.
Y es que, por más que muchos hayamos sentido The Beatles como nuestros , pocos pueden presumir de haber conocido tan a fondo a una de las partes fundamentales de la que posiblemente sea la banda más grande de todos los tiempos.