Las fotos con menos “me gusta” como método de supervivencia

Las fotos con menos “me gusta” como método de supervivencia
Belén Carballo posa en la sala de retratos de su tienda Foto Loly | Pedro Puig

La evolución de la sociedad suele medirse en una suerte de contadores con decimales, normalmente asociados al volumen de digitalización de la misma. Sin tiempo para digerir en muchos casos el paso a los conceptos 2.0, el Gobierno adelantó hace un año lo que dio en llamar el DNI 4.0, un formato digital que borraba de un plumazo el trabajo de todo un sector: Las fotos pasarían a ser tomadas por la Policía Nacional y no por los fotógrafos. Hoy, justo un año después, la presión de los profesionales a los que visitamos una vez cada lustro ha conseguido frenar, de momento, lo que sería su condena definitiva. 
 

Instaladas frente a la comisaría de la Policía Nacional, en plena avenida del Puerto, Foto Paco y Foto Barreiros no pueden evidenciar de forma más explícita su dependencia de los trámites y el papeleo personal. Por la caseta funcional de ésta última pasan entre 60 y 70 clientes a la semana, unos 3.600 al año, todos ellos con una demanda idéntica: Posar y obtener rápidamente un puñado de fotos. Para Loli Barreiros, nieta del hombre que abrió el negocio en la década de los 60, la conclusión es clara en caso de reactivarse la idea inicial. “Sería la muerte para nosotros”, advierte la fotógrafa, que relativiza el mito del descontento con el retrato. “La gente suele quedar contenta a la primera”, apunta. 
 

Por su objetivo han pasado casi tantas caras como nombres incluye el censo oficial, desde celebridades a un incontable número de anónimos. “La gente viene una vez cada cinco o diez años, así que se acuerdan más ellos que nosotros, a pesar de que hemos tratado con jugadores de la buena época del Depor o famosos”, matiza Loli, vecina, que no competencia, del histórico establecimiento Foto Paco.
 

A unos minutos a pie del epicentro de la foto carnet, en el número 47 de Juan Flórez, Foto Loly sobrevive con buena salud desde 1980. En 2011 tomó la alternativa Belén, hija de la persona que dio nombre a un negocio también coqueto. No solamente lucha contra los aficionados de la influencia en redes, sino contra un sistema que premia, según apunta, lo inmediato: “La mayor parte de la gente no sabe hacer fotos; la ventaja del digital es que, al menos, te deja repetir. Hasta te sorprende cuando llega algún producto decente que te piden para imprimir”. 
 

Belén Carballo cifra en 30 personas a la semana las que pasan por la pequeña sala de operaciones anexa. “Los hombres suelen salir mejor, porque las mujeres hacen muecas, pero todos somos críticos con uno mismo”, asegura. En el caso de que el nuevo formato de DNI vaya adelante, los marcos, archivos para el paso al digital, los álbumes o la decoración se quedarían como servicios principales. “El tema está parado, pero lo lógico sería que pidieran un formato y nosotros lo realizásemos”, finaliza la propietaria, que está acostumbrada además a digitalizar aquellos recuerdos analógicos para los que el paso del tiempo supone toda una amenaza.
 

Productos casi vinculados a la nostalgia, desde el retratito en la cartera que acompañó a las parejas alejadas a la historia de la película ‘Amelie’, la foto de carnet ha trascendido su propia nomenclatura para convertirse en símbolo de un tiempo. Nadie las subirá nunca como la mejor foto de la historia a las redes sociales, pero para muchas generaciones significó la mejor forma de luchar contra la distancia y acercarse 

a la función que hoy tendría una videollamada. 
 

De momento, el formato físico sigue vigente para mantener a un sector del que solamente nos acordamos de lustro en lustro, pero que come todos los días.

Las fotos con menos “me gusta” como método de supervivencia

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