A priori, una tormenta eléctrica que por determinadas circunstancias termina por descargar un relámpago en pleno arenal de una de las playas más céntricas de A Coruña no parece ser del agrado de nadie. A no ser que seas coleccionista de minerales y piedras extrañas.
Y es que, la descarga de un rayo contra la superficie genera un tipo de estructura de tamaños muy peculiares compuesta por vidrio de sílice que se conoce como fulgurita o, más vulgarmente, como piedras de Dios.
Aunque los mayores coleccionistas de este tipo de piedras suelen realizar sus labores de búsqueda en un tipo de geografía más desértica, seguro que más de uno aún está intentando hallar el pequeño material en la arena de la playa del Orzán, después de que el pasado mes de noviembre impactase un relámpago de lleno a primera hora de la mañana.
Aunque no es el único. De hecho, cada vez que descarga un rayo contra la superficie –independientemente del terreno– se genera una fulgurita, aunque, por supuesto, dependiendo del tamaño y de su morfología, tiene un valor más alto o más bajo.
De hecho, esta morfología tiene que ver directamente con la temperatura de la descarga. Se forman gracias a una descarga con una temperatura muy grande, que puede llegar hasta los 2.500 grados como máximo en un momento muy breve. “Con el impacto, se produce una fusión de lo que haya debajo, dependiendo de si es arena, tierra o rocas.
No obstante, también se pueden producir efectos similares cuando cae un meteorito pequeño, aunque se distingue de los impactos de relámpagos”, apunta Juan Ramón Vidal Romaní, catedrático emérito de Geología en la Universidad de A Coruña.
Y es que, gracias a estas fulguritas se puede estudiar con mayor precisión aspectos de la descarga eléctrica, como su presión de choque, “existiendo incluso casos de valores cercanos a los 25 gigapascales”, asegura el geólogo de la UDC. Aunque realmente lo que llama la atención de este tipo de materiales es, precisamente, su rareza, lo que hace que sean uno de los más cotizados por los coleccionistas.
“Alguna vez he cogido esta piedra y parecen como tubos cilíndricos y huecos. La parte más consolidada o dura es donde el rayo ha fundido la roca y la ha aglomerado, ya que es una fusión instantánea. Por eso llaman la atención y son cotizadas para los coleccionistas”, explica Vidal Romaní.
Normalmente donde más fácil se ven este tipo de piedras es en zonas desérticas, donde no hay cubierta de vegetación. “Yo recuerdo alguna vez en el desierto central australiano las caídas de los rayos sobre la superficie, que producían incendios episódicos.
Desde el avión se podían ver unas formas triangulares que coincidían en el punto donde cayó el relámpago, y luego, la posterior propagación del fuego. Ahí son fáciles de ver. Solo tienes que ir hasta ese lugar y escarbar hasta encontrarlas”, comenta.
En otros puntos, como en Galicia, sería más complicado, salvo que el rayo descargue en una playa, como en el episodio del arenal del Orzán. En caso de que nadie hiciese sus labores de búsqueda ese día, todavía podrá ser objetivo de los más curiosos.