Al caminar por las calles, avenidas y plazas de A Coruña, muchas veces vemos solo lo que el tiempo que recordamos nos permite ver. Las obras más cercanas, las reformas que hemos visto y la evolución reciente. Pero pocas veces llevamos la vista más atrás. Para quienes se han preguntado en alguna ocasión por qué la calle Magistrado Manuel Artime tiene esa extraña forma redondeada la explicación es muy sencilla: es la curva que marcaba la antigua plaza de toros de A Coruña.
Al menos, la más famosa y estable de todas las que hubo en la ciudad. El edificio se construyó en el año 1885, bajo el proyecto del arquitecto municipal Juan de Ciórraga y mediante suscripción popular. Entre los que aportaron su dinero para aquella plaza de toros figuraban, tal y como publicaban los periódicos de la época, nombres conocidos como los de Canuto Berea o Saturnino Villegas, por ejemplo.
Contaban los diarios la evolución de las obras del ansiado edificio, todo un acontecimiento a finales del siglo XIX, y detallaban las calidades y las características: piedra y madera como materiales principales, puertas de tres metros de hueco y con capacidad para algo más de 10.000 personas.
Aunque fue la más estable, no fue la primera plaza de toros que hubo en A Coruña, aunque las demás fueron casi todas de quita y pon. La primera de la que existen referencias estaba ubicada en la Ciudad Vieja, en lo que hoy conocemos como la plaza de Azcárraga. Allí la sitúa José Manuel Fernández Caamaño, quien añade algún ruedo más a la colección, como el del Corralón o el del Campo de Marte. Los tres eran de madera.
En un momento en el que los toros eran uno de los pocos espectáculos –el fútbol aún tardaría un poco en llegar– el entonces alcalde Juan Flórez considera que un programa estable en una buena plaza de toros podría constituir un buen reclamo para las fiestas de María Pita.
El día del estreno, el 2 de julio, intervienen dos de los toreros más famosos de la época, Rafael Molina, alias ‘Lagartijo’, y Salvador Sánchez, más conocido por el sobrenombre de Frascuelo. La última corrida, el 7 de octubre de 1967, fue un festival benéfico, cuya recaudación estaba destinada a ayudar a Aspronaga. Andrés Vázquez, que estuvo esa tarde acompañado de Mondoñedo y Corbacho, fue el último diestro sobre la arena coruñesa.
En los 82 años en los que estuvo funcionando la plaza, hubo varios momentos para el recuerdo. El más triste fue una jornada en el año 1934, en la que murió un espectador después de que saliera volando el estoque y fuera a caerle justo encima. Fue en una tarde en la que intervenían Juan Belmonte, Domingo Ortega e Ignacio Sánchez Mejías.
Otra anécdota, aunque más positiva, fue el debut de Luis Miguel Dominguín, que tomó la alternativa en la plaza coruñesa. El más famoso diestro gallego, Alfonso Cela ‘Celita’, también se estrenó en este ruedo.
La plaza sirvió fundamentalmente para celebrar corridas de toros pero también para otros muchos propósitos: acogió mítines políticos durante la II República, conciertos, zarzuelas, obras de teatro, partidos de fútbol y espectáculos circenses.
En 1967, solo un mes después de la última corrida, empezó la demolición de una zona en la que también se ubicaba el famoso Leirón del Sporting Club Casino, que se enfrentaba a una situación económica difícil. Eran los tiempos en los que se edificaban muchas viviendas y hacía falta espacio para construir, de forma que ese enorme espacio en el centro de A Coruña resultaba muy jugoso para construir pisos para el momento de expansión económica y de ‘baby boom’ que se vivía en España.
El Ayuntamiento se planteó construir un ruedo en otro lugar y se llegó a proponer Riazor, concretamente el espacio que ocupa actualmente la Casa del Agua, para la nueva plaza pero el proyecto quedaría olvidado finalmente en un cajón.
El Coliseum, que está demostrando en los últimos tiempos que es un auténtico multiusos con cambios de escenario en tiempo récord para acoger un partido de baloncesto o un espectáculo circense, recuperó durante parte del mandato de Francisco Vázquez esa herencia nostálgica que tenían quienes añoraban la plaza. La falta de aficionados, el alto precio de las localidades y de la fiesta hicieron que se retirase la arena y que el recinto quedase para conciertos.
La plaza de 1885 quedó en el olvido y, en su lugar, hay nuevas calles y nuevas construcciones. Algunos edificios que se veían en las fotos de finales de los años sesenta aún pueden distinguirse, como los que ocupan las esquinas de la avenida de Finisterre con Fernando Macías y con Médico Rodríguez, al igual que las casas, de menor altura, de Historiador Vedía, aunque algunas de las que rodeaban la plaza acabaron cediendo su lugar a inmuebles mas elevados. Del ruedo solo queda el recuerdo y una leve curva.