El escritor francés Bernard Minier ha vuelto a dar el protagonismo a la teniente Lucía Guerrero en su nueva novela ‘Olvidadas’ (Salamandra), que esta semana ha presentado en A Coruña. Precisamente, la urbe herculina tiene su cuota de relevancia en la obra, que transcurre en varias partes de España, entre ellas Galicia.
Lucía Guerrero ha sido para Minier un cambio de paradigma respecto de su protagonista habitual, Martin Servaz. “Él se parece más a mí, es un hombre, de mi generación, francés... Lucía es un cambio radical: es mujer, española y de otra generación... es un reto que me ayuda a respirar”, explica.
Hay un pasaje de la novela que transcurre en A Coruña, donde describe la calle de la Amargura como un lugar terrorífico.
Sí. Exageramos mucho los novelistas (ríe). La calle de la Amargura, que maravilla de nombre. La descubrí paseando por el casco antiguo, de repente vi esta calle y dije: “¡Oh! Qué maravilla, tengo que usarlo, es poesía” (sonríe). Ayer (el martes) fui otra vez. Entra muy poco sol y aquel primer día había un diluvio, olas de lluvia... todo era oscuro. Descubrí esta calle en medio de la tormenta, era casi apocalíptico, por eso la describí así. Pero no me vas a engañar, este sol (señala a la ventana) no es lo habitual, tenéis mucha lluvia aquí (ríe).
Ese primer paseo, ¿venía a presentar un libro o de turismo?
Ni uno, ni otro (sonríe). Venía con la idea de que transcurriera parte de la novela aquí, en Coruña y Galicia. Para mí, que soy francés, Galicia es un poco la Bretaña española, hay paisajes extraordinarios. La idea desde ‘Lucía’ era mandarla a diferentes partes de España, lugares que tal vez el lector francés, que es el primero que me lee, no conoce tanto. Nunca la voy a mandar a Sevilla, Granada o Barcelona, prefiero mandarla a Salamanca, Alto Aragón, Galicia... lugares menos conocidos. Galicia es un lugar increíble, con mucho misterio.
Describe en la novela esos lugares como si fuese español.
Gracias (sonríe). Cuando vengo no voy a lugares especialmente turísticos, no me interesan esos lugares. Lo primero que hago siempre es entrar en las casas, hablar con la gente y, de hecho, me sorprendió aquí lo comunicativos y abiertos que son. La información que consigo no la obtengo de la web, la encuentro hablando con la gente. Así aprendí lo que era ‘el aire’ que menciono en la novela. Tengo muchos amigos españoles y no sabían ni ellos lo que era ‘el aire’, es algo específico de aquí, de Galicia. Me encantó.
¿Y cómo comenzó su relación con España?
Es muy antigua. Mi madre nació en Alto Aragón y se fue a Francia a los 8 años. Empecé a ir a España a los 14 años, sobre el 75, era la muerte de Franco. He venido casi todos los años a España: he visto la Transición, todos los Gobiernos hasta hoy, he vivido la Movida desde dentro. Porque la Movida no era solo en Madrid, también en los pueblos, toda la juventud iba hablando de política, fumando porros, escuchando la misma música... He visto todos los cambios sociales, políticos, económicos... es el país que mejor conozco, además de Francia.
Siempre se dice de usted que llegó tarde a la novela, ¿cree que hay una edad recomendada?
No creo. En mi caso pasó así, por diversos motivos. Mira Arthur Rimbaud, tenía 15 años. ¿Quién es mejor poeta que Rimbaud? Henry Miller empezó bastante tarde, no tanto como yo, pero bastante tarde. No hay edad.
Dice que Lucía es un personaje con miras de futuro. ¿La siguiente novela también será suya?
Estoy trabajando en ella, pero creo que va a salir de España. De hecho, estoy esperando unas preguntas que le mandé a la UCO (sonríe).