La batalla por A Coruña se libra a ras de agua

El espectáculo pirotécnico congregó de nuevo a miles de personas a lo largo del Paseo Marítimo
La batalla por A Coruña se libra a ras de agua
Fuegos artificiales en Riazor / Quintana

El parte meteorológico anunciaba tiempo y seco y despejado, pero sobre la bahía del Orzán estalló una tremenda tormenta de truenos y fuego, y las nubes de pólvora cubrieron el cielo. Era la Batalla Naval, uno de los momentos cumbre de las Fiestas de Mara Pita, que este año cumple su 175 aniversario, y los coruñeses acudieron a disfrutar del mayor espectáculo pirotécnico que ofrece la ciudad. Esta vez, con la sorpresa de que gran parte de la batalla naval se libró como debería: a ras de agua. 


Porque la Concejalía de Cultura se reservaba una novedad. Habían dispuesto varias balsas a intervalos regulares desde donde se dispararon varias tracas, y aunque las dos principales baterías pirotécnicas se encontraban en Las Esclavas y en la finca de los Mariño, como siempre, ayer se recuperó una novedad que ya se había realizado en 2012, cuando gobernaba el popular Carlos Negreira. Ya entonces se emplearon estos fuegos acuáticos


 

 

El Paseo Marítimo había comenzado a llenarse de espectadores media hora antes de que comenzara el espectáculo. Como siempre, la Policía Local había cortado el Paseo Marítimo para que la numerosa multitud, de miles de personas pudiera moverse con facilidad, pero todos querían situarse en primera línea de playa. Por un momento, hubo un silencio expectante, o quizá solo lo pareció porque precedía al estruendo. 
Primero se disparó un solitario cohete, como un cuarto de campanada al que algunos pilló de improviso. 

 

 

 

Luego pasaron unos minutos, y estalló el segundo. Se apagaron las luces del Paseo, y comenzó la exhibición. Había mucha pólvora que quemar, 700 kilos nada menos, y se hizo con estilo: columnas plateadas, anillos rojos, ramilletes azules. Los espectadores contemplaban en silencio, sin parpadear, el espectáculo que cubría de luz y de humo la había del Orzán. Las parejas abrazadas o cogidas de la mano, los niños pequeños subidos a los hombres de sus padres y muchos, hay que decirlo, a través de las pantallas de sus teléfonos móviles, para inmortalizar un momento que por su propia naturaleza, está destinado a ser fugaz. 

 

 

 


 

Luego llegó la traca final, un crescendo más frenético que el que puede ofrece la sección de percusión de una orquesta. Cada vez más rápido hasta que un par de petardazos más pusieron el punto y final. Y, por supuesto, la lluvia de aplausos. 

La batalla por A Coruña se libra a ras de agua

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