¡Párate España!

Los jóvenes de mayo del 68 no disponían de redes sociales, comunicaban sus consignas en las asambleas y exponían sus pensamientos en pintadas en paredes situadas en lugares bien visibles de las ciudades.

Recuerdo una aparecida en Compostela “Párate mundo que quero baixar”, que era la expresión del vértigo que generaban los acontecimientos y la sucesión de noticias de “la revolución romántica” que tanto alteraban a la gente en Francia, en Europa y en el mundo.


Me acordé de aquel movimiento estos días en los que los indultos a los secesionistas catalanes excitan tanto los ánimos de partidarios y contrarios que muchos españoles tienen la cabeza como un bombo. Están desconcertados, confundidos, aturdidos y hartos de escuchar versiones de ambos lados y, como en aquella pintada, piden “párate España que quero baixar”.


Algún día contarán los historiadores las consecuencias para España de estos indultos. Para el presidente del Gobierno son como una oportunidad para el reencuentro, para recuperar el diálogo y la concordia, aunque sus palabras suenan a recurso retórico que oculta la necesidad que tiene del apoyo de los republicanos.


Para la oposición, los indultos deterioran el Estado de derecho, humillan a la justicia, dañan la imagen exterior de España y dividen a la sociedad del país. Y muchos españoles alucinan al ver que todo esto se hizo al margen del Parlamento, sede de la soberanía popular y sin contar con la oposición, y creen que no servirán para nada.


Es lo que se deduce al ver que la “buena voluntad” del presidente fue correspondida con el desplante del Govern en el Liceo y de los indultados, que ven en el perdón la prueba de la debilidad del Estado y, envalentonados, exigen que el punto de partida en la negociación sean la amnistía, el referéndum y la autodeterminación.


Por eso, los indultos son como un acto de fe que nada resolverán. Como tampoco arreglaría nada mantener a los sediciosos en la cárcel. “Las cosas seguirán igual hasta que alguien sea capaz de inventar un hermoso relato alternativo”, dice Enric González, que debería empezar aceptando que Cataluña es España y que España ha de estar en Cataluña. Como manda la Constitución.


Una vieja leyenda refiere que el santo Ero, abad de Armenteira, oyó cantar un pájaro en el bosque, se sentó para escucharlo y entró en un trance que duró trescientos años. Cuando despertó, el convento seguía allí. Si un español fuera arrebatado ahora por semejante éxtasis, al despertar el procés también seguirá ahí. Como el dinosaurio de Montenegro.


Tal como están las cosas, la única solución que se atisba es recuperar la “conllevancia” de don José Ortega. Que es el “arreglo” de siempre para ir tirando.

¡Párate España!

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