“Los de Teixeiro están en la cárcel, pero tú estás preso en una lata de cerveza”

“Los de Teixeiro están en la cárcel, pero tú estás preso en una  lata de cerveza”
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En un local de Os Mallos que nunca apaga la luz, el ruido de la puerta les hace levantarse ipso facto del asiento. Alcohólicos Anónimos 24 horas son 23 personas que han pasado por lo mismo. Y que necesitan salir de la bebida porque al final uno se queda solo y preso. Metido en una lata de cerveza. En el caso de Sara, el tren ya no tenía más paradas. Había agotado el comodín del \“mañana ya lo dejo\”. A las tres y media puso un pie en la asociación. El resto son un año y cuatro meses que le han devuelto la sonrisa. Y de paso, la vida. Sara P. habla claro. La felicidad le acompaña.

¿Es importante salir del anonimato para usted?
A mí no me importa salir aunque hay mucha gente que no sabe que estoy aquí. Llevo un año y cuatro meses y nunca reconocí mi enfermedad. Cuando llegué hacía un año que había perdido todo, incluso a mi hijo.

¿Cómo cayó en el alcohol?
Aunque la mayoría son alcohólicos de bares y discotecas, yo bebía en casa. Lo hacía desde las nueve y media de la mañana. Cuando llegué a la asociación, eran las tres y media. Sabía que era mi última parada del tren.

¿Hasta dónde tuvo que llegar para darse cuenta de que no había más oportunidades?
Tenía ya muy mal el hígado y muchos glóbulos rojos en la sangre. Llegué muy hinchada y odiando a todo el mundo.
En medio de la entrevista, entra por la puerta un enfermo. Los compañeros se apuran a recibirle, le tranquilizan y le dejan que hable. Al poco, se oye un aplauso. ¿Es lo primero que recibe uno cuando entra en la asociación?
Sí, es lo primero que se le da. El hecho de venir ya lo tienes ganado.

En su caso, ¿probó de todo?
Tomé de todas las bebidas, lo último fue vino y cerveza. Yo buscaba el efecto alegre que te hace sonreír y te daba ánimo. Pero llega un momento en que ya no lo encuentras y el único efecto es acabar enlagunado.

¿Recuerda algo de cuando llegó?
Llegué como una mujer de ochenta años. Vieja, canosa. Con temblores y vómitos secos.

¿Probó antes otras opciones para dejar de beber?
La terapia es lo que funciona. He estado en psiquiatras y supe lo que hacían las pastillas en combinación con el alcohol. Te dan el colocón que buscas.

¿En qué momento fue consciente del problema?
Hace más de 20 y pico años que lo sé en mi interior. Es una enfermedad que la llevas contigo desde que pruebas la bebida. Da igual la edad que tengas.

En España, el alcoholismo se tiende a asociar con un vicio. ¿Ocurre lo mismo en otros lugares?
Acabo de estar en México y allí piensan diferente. La sociedad la considera una enfermedad y no un vicio como aquí. Y el alcoholismo es igual en todo el mundo. Al beber acabas en depresión. Ya no puedes trabajar. Conozco a compañeros que han vuelto a caer, pero yo quiero vivir lo que no he vivido. Tengo todo el tiempo del mundo.

¿Cuántos forman parte del colectivo?
Somos 23 personas y en España debemos ser sobre 300. La de A Coruña es la segunda asociación que se montó, hace veinte años.
¿Qué es lo primero que le dicen a uno al llegar?
Lo primero te informan de la enfermedad y después otros te cuentan cómo sufrías. Al final subes a compartir tus recuerdos un montón de veces.

¿Cree que es cierto que existen alcohólicos de fin de semana que no lo saben?
Totalmente. Tenemos compañeros que solo son alcohólicos de fin de semana y no pueden parar de beber e incluso una compañera que se pone perdida solo el día de su cumpleaños, que es el único día que bebe.

Y después de la teoría...
Tenemos que cambiar nuestra forma de ser y de actuar. Aquí hay compañeros que viven aquí porque su casa está lejos o se han quedado en la calle. Son los anexados.

¿Reciben algún tipo de ayudas públicas?
La asociación la mantenemos nosotros mismos. Aquí solo funciona la terapia. En las asociaciones tradicionales te dan pastillas. Nosotros funcionamos las 24 horas. Hacemos guardias. Aquí no hay médicos ni recetamos pastillas.

¿Cómo se siente?
Me siento muy bien y ya puedo dormir. Llegué a tener alucinaciones de que alguien quería abrir la puerta de casa y un deseo horrible de morir. Te sientes muy sola. Mi cárcel era una puñetera cerveza. Los de Teixeiro están presos, pero tú lo estás metido en una lata de cerveza.
¿Nota que cada vez viene gente más joven?
Hay de todo. De cincuenta y pico para abajo. También vienen jóvenes, pero se suelen ir porque quieren pastillas. Se quedan a una junta y se marchan.

¿Qué es lo que le apetece hacer y que no pudo hasta ahora?
Seguir viajando. Hace poco estuve en México. Allí tenemos compañeros que nos recibieron con los brazos abiertos. Eso es muy bonito. Que te comprendan, que puedas hablar con ellos de tu enfermedad. Y es que no hay nada que nos diferencie. Todos hemos pasado por lo mismo, por idénticas situaciones.

¿Qué es lo más duro por lo que tiene que pasar?
Lo más duro es ver a chavales como yo que están estudiando. Me reflejo mucho en ellos y en cómo estaba cuando tenía su edad. Me agobia verles así y les digo, \“tened cuidado porque como sigáis, vais a acabar peor que yo\”. La mayoría no vuelve y termina en la calle.

perfil
Sara P. es una militante más de un colectivo donde todos son iguales y no hay un presidente. En total son 23 las personas que forman parte de esta gran familia que no descansa. Funciona las 24 horas para dar atención a los que como ellos llegan al local de la calle de Diego Delicado, número 10, con la esperanza de curarse o ser escuchado. Lo primero que recibe un alcohólico al entrar por la puerta es un aplauso. La primera batalla está superada porque \“el hecho de venir ya te lo has ganado\”, dice Sara. La única terapia que utiliza el colectivo es la palabra. La del enfermo y de sus compañeros. En la asociación no dan pastillas ni hay médicos. Solo comprensión y apoyo.

“Los de Teixeiro están en la cárcel, pero tú estás preso en una lata de cerveza”

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