Desilusión

Todo comenzó con una manifestación sin aparente mayor importancia. Había sido convocada a través de las redes sociales por el movimiento Democracia Real YA, una de las plataformas ciudadanas que por entonces proliferaban. Aquel domingo 15 de mayo de 2011 el país estaba más pendiente de las elecciones municipales que habrían de tener lugar una semana más tarde y que tan mal se presentaban para el Partido Socialista.


Pero el hecho fue que aquella concurrida concentración de gentes en buena parte jóvenes que reclamaban “un cambio de rumbo y con futuro digno” y coreaban proclamas grandilocuentes como “PSOE y PP la misma mierda es”, alteró las cosas.


Sin –se asegura- estrategia premeditada detrás, todo derivó en la ocupación de la Puerta del Sol, de Madrid, que terminó por convertirse en el epicentro y referencia nacional de las protestas. Y –lo que fue y es más importante- aquello se convirtió en el germen de lo que habría de conocerse como el 15-M; esto es, lo que ha sido considerado como el mayor movimiento de indignación y desafección después de mayo del 68 francés. Todo un mito.


La efeméride ha sido recordada estos días con ocasión de haber cumplido su décimo aniversario. Valoraciones y balances hechos en nuestro sistema de medios han tenido un denominador común: desilusión. Con alguna pequeña excepción, todos ellos se han parecido más a una necrológica que a una celebración.


Después de hacer un recorrido por un amplio abanico editorial, pocas veces se habrá podido observar una tal y tan grande coincidencia en titulares críticos y negativos: la utopía que prometió cambiarlo todo y quedó en nada; una utopía caótica y estéril; esperanzas frustradas; ideales incumplidos; de la ilusión al desencanto en sólo una década; la gran decepción. Y así sucesivamente. Hasta los términos de “traición” y “estafa” no han estado ausentes. Duros términos.


Bien es cierto que habrá que distinguir entre quienes abrieron el foco teórico del análisis y quienes lo centraron en una de sus más relevantes expresiones institucionales, cual fue entre nosotros el tándem Pablo Iglesias/ Podemos.


Para los primeros, el 15-M representó un punto de inflexión en el que se pusieron de manifiesto cambios que venían de antes: entre otros, una transformación en la configuración del sistema de partidos. Fue un aldabonazo en la manera de entender la política y de hacer política, acabó –de momento- con al bipartidismo, sensibilizó contra la corrupción y replanteó la Transición.


Retirado su gran jefe de filas, este décimo aniversario se ha cumplido en plena refundación de Podemos. ¿Qué quedará de él? No pocos –propios y extraños- lo dan por muerto. Ha explosionado. El desprestigio político de Iglesias como referente ético y su espantada de la vida política no van ayudar a la pretendida reorganización. Así las cosas, me da la impresión de que la Historia no absolverá a Iglesias. Simplemente, lo absorberá como un lejano recuerdo. 

Desilusión

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