Poemas enjaulados, mujeres libres

La palabra es lo que nos salva”, escribió Ana María Matute y Horacio dijo que “la palabra, una vez hablada, vuela y no torna”. Por eso en algunos países tratan de ahogar las voces que claman por la libertad. Irán es uno de los principales. Se encarcela a los que piden libertad, se tortura a los que exigen que se cumplan los derechos humanos, se aísla a los que piensan de otra manera, se cierran comercios o se prohíbe el acceso a los estudios universitarios de los que tienen creencias religiosas diferentes o son de determinadas minorías étnicas. Y si se trata de mujeres o niñas, la violencia y la represión son aún mayores. Defender a esas mujeres es un pasillo para ir a la cárcel. Abogadas y activistas de los derechos humanos, como Nasrin

Sutoudeh, pasan más tiempo en la cárcel que en libertad sin otra razón que defender a las mujeres.


Periodistas como Ruhollah Zam son ejecutados por defender la verdad y la libertad de expresión. Ejecuciones en público, violación permanente de los derechos humanos.


Ser mujer en Irán es ser ciudadana de segunda. El testimonio de un hombre en un juicio vale por el de dos mujeres. Pertenecer a la comunidad bahai, significa no tener derecho a practicar su fe libremente y saber que pueden quitarte tus medios de vida, desterrarte o encarcelarte sin juicio o con sentencias injustas. Mahvash Savet lo sabe. Además de ser mujer, era profesora y directora de un instituto, del que fue expulsada por el Gobierno iraní tras la revolución islámica. En 2008, tras dos años y medio en la cárcel, fue juzgada y sentenciada a veinte años, de los que ha pasado diez injustamente encerrada. “¿No sería mejor que me ejecutaran?”, le dijo al juez. Y éste le respondió: “Con calma. Quería, pero no tengo pruebas”. En la cárcel, además de buscar razones para seguir viviendo, logró levantar la esperanza y la dignidad de las otras presas, se dedicó a escribir poemas como gritos. En restos de papeles, en servilletas, en cualquier sitio.


Sus “Poemas enjaulados”, que acaban de ser editados en España (Editorial Pretextos) en una excelente y vigorosa traducción de Rima Sheermohammadi y Amaya Blanco y una cuidadísima edición, salieron de la cárcel de mil maneras burlando la vigilancia de los carceleros. Sus versos son la voz de una mujer que es la voz de muchas mujeres iraníes o de cualquier otro lugar donde vivan privadas de libertad sin razón alguna. Pero, sobre todo, son la voz de una mujer que, aun estando presa, se siente libre, que, en cada momento celebra la vida y la esperanza. Escribir para vivir, para no resignarse, para alzar la voz, sin un ápice de amargura, y exigir la libertad. Un gran libro de una mujer que no se resignó a ser vencida por el odio. Que usa la palabra para sanar. Que vuelen libres sus versos carcelarios y que lleguen a todos. 

Poemas enjaulados, mujeres libres

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