Se lían la manta a la cabeza y se van. A Marte. Con el panorama que se les presenta, qué les importa no volver. Además, siempre han sido muy de aventura. Conocer otras culturas, otros mundos. Esto es un paso más. Definitivo, eso sí. Pero quién no ha soñado con colonizar otro planeta.
Se presentan al proyecto Mars One. Concurso, más bien. Tienen la misma sensación que en un proceso de selección para un empleo. La incertidumbre, la esperanza, la sospecha de que conseguir lo que quieren es prácticamente una cuestión de suerte. Una cuota de inscripción, un vídeo y unas líneas que resuman sus atractivos. Y ya están en manos del destino. Se definen como apasionados de la astronomía, con conocimientos de física –en el mejor de los casos–, buenos trabajadores en equipo, entusiastas, deportistas, virtuosos de la música. Cualquier detalle puede ser el decisivo para entrar en el grupo de los elegidos. De los que harán historia.
De momento, son 48.000. Los primeros valientes. Saben que la competencia será dura, que habrá miles como ellos. No solo eso, el éxito de la iniciativa depende del factor económico. Por eso han comenzado una campaña para que los suyos participen. Mars One estampado en la taza del desayuno, en la camiseta del gimnasio. Hasta han arañado algún donativo. Todo suma. Una iniciativa interplanetaria no es barata.
El padre de la idea, no obstante, sabe de hacer dinero. El creador del “Gran Hermano” holandés, nada menos. Ya ha negociado los derechos de televisión del reality. La vida en directo de la nueva civilización. Un despliegue técnico sin precedentes. La travesía desde una cámara subjetiva: el cuadro de mandos de la nave, los gestos extasiados de los tripulantes, el espectáculo de la inmensidad espacial. Y una vez en el nuevo hogar, el día a día de los trabajos de construcción de la colonia, las primeras impresiones de los astronautas voluntarios y poco a poco, la ciudad que se levanta sobre la superficie extraterrestre. “El show de Truman” del siglo XXI.
La emoción incontenible supera con creces la preocupación por los detalles. Como la forma de llegar a Marte. Qué importa que no haya una sola mención al vehículo espacial. Las empresas harán cola por embarcarse en el plan y desarrollar una tecnología de ciencia ficción que permita el viaje. Igual que buscarán la forma para que la subsistencia esté garantizada. Un reality con cadáveres –al menos de momento– no tiene el mismo tirón.
No hay necesidad de pensar en minucias. Ya se sabe que en el negocio de la televisión todo es posible