A veces se vende la piel del oso antes de cazarlo. Es lo que ha ocurrido en el caso de la antigua casa de Rosalía Mera, que continúa deshabitada en el número 46 de Matadero, el mismo lugar donde, hace un año, una inmobiliaria anunciaba la construcción de un bloque de viviendas de pisos de lujo. Uno de los múltiples propietarios implicados asegura que la operación se ha estancado porque la empresa no ha conseguido llegar a un acuerdo con todos los propietarios. Por el momento, el inmueble permanece tapiado, e incluso se le ha instalado una alarma antintrusos.
Matadero Premium, como se llamaba el proyecto, ofrecía en su página web un reluciente bloque de siete pisos cuyas enormes terrazas mirarán al oeste, a la puesta de sol sobre el Atlántico. Para construirlo era necesario derribar no solo el número 46 de Matadero, sino también el 44 y el 48. Se trata de edificios pequeños, de tres plantas, vestigios de una época anterior y que ahora parecen fuera de lugar rodeados de inmuebles mucho más grandes, de siete u ocho pisos, levantados en los ochenta.
El estado de abandono del número 46 atrajo a okupas, que consiguieron colarse por una puerta secundaria hace unos dos años, según reconocen los vecinos. Es por eso que ahora el acceso principal está tapiado y pintado de blanco. Pero además, un letrero anuncia que está provisto de un sistema de seguridad que se instaló recientemente. No solo okupas la han habitado: han entrado allí tantas palomas que la gente lo llama palomar.
La página web ha sido cerrada, de manera que ya no se pueden consultar los detalles. Pero cuando estaba abierta, ofrecía pisos cuyo precio de venta rondaba los 875.000 euros. Cada uno con garaje, tres dormitorios, trastero y una enorme terraza pensada para tener una vista privilegiada de la bahía del Orzán. En su página web se animaba a los compradores a bajar hasta la pequeña y recogida playa de Matadero.
Quizá la razón de que el proyecto no haya avanzado es que el precio de venta que ofrecen los dueños de los tres edificios implicados es muy alto. “Mi hermano y yo –comenta uno de los propietarios– somos realistas, pero no todos lo son”. A pesar de que el precio del suelo está disparado en la ciudad, y más todavía en un enclave tan privilegiado como Matadero, la promotora no ha podido o no ha querido pagar el precio fijado por algunos, lo que impacienta a los propietarios con los que habían pactado. De momento, el viejo edificio donde creció en los años 50 la filántropa y millonaria, seguirá intacto.