La “Feira das Marabillas” se inaugura hoy, en la Ciudad Vieja de La Coruña, con justas en torneos, puestos de venta y hasta granjas de animales, aunque los vecinos de tan añejo barrio están con un cabreo de aquí te espero contra el alcalde coruñés que ya les hizo una –descabalgando la Festividad de la Virgen del Rosario- y ahora les hace otra, condenándolos durante cinco días a olores nauseabundos, sentidas cagadas de diversos animales y porquería a tutiplén en calles, plazas y esquinas. ¡Con lo sencillo que hubiera sido llevar el folclore medieval al páramo recién inaugurado del Parrote, que de momento sólo sirve para que aterricen aeroplanos!
Bien es verdad que las rúas de la Ciudad Vieja estarán perfumadas con inciensos y aromas de todo fuste –incluida mierda de dromedarios– pero también es cierto que no pocos vecinos del barrio se ausentan esos cinco días para poder mantener intactas sus narices. Con 220 puestos especializados en las más diversas materias y con pasacalle, talleres, bailes, exposiciones y desfiles, el personal tiene de sobra donde elegir para que nadie pueda decir que es una gilipollez la vuelta al pasado. Pero, insisto, los vecinos del silente barrio continúan reclamando el traslado de la feria fuera del espacio del casco histórico. Concretamente, la Asociación de Vecinos de la Ciudad Vieja formuló, de manera clara y legal, esta petición a la concejalía de Fiestas, exigiendo el sellado por registro del pertinente documento, pero ¡que si quieres arroz Catalina!: ¡Ni flores, ni caso, ni atención, ni ningún tipo de explicaciones al efecto!
Después, en la próxima primavera, vendrá Negreira pidiendo el voto vecinal, porque quiere “recuncar” en la Alcaldía, puesto con esto, con el tema de la Virgen del Rosario, con el asunto de los aparcamientos, con las viviendas que amenazan ruina en el barrio y con la escasa limpieza de calles y plazas, será mejor que Negreira se dedique a ladrar a la luna. Y es una pena que la feria de marras no haya aterrizado en el Parrote, ya que sitio idóneo sí que es, pues aquello ha quedado como la cubierta de un portaaviones.
Pero, eso sí, con cuatro macetitas de andar por casa, para que los perros, que ya pasean por la zona, tengan su cuadradito para hacer “pis”. Todo, menos un espacio ajardinado para disfrute, sombra y solaz de los sufridos coruñeses. La Coruña: ciudad mártir. ¿Hasta cuándo?