La izquierda rupturista se ha hecho el harakiri. Los personalismos y las mezclas con gaseosa han terminado por romper el frágil equilibrio que mantenían las mareas, los podemitas y demás siglas allegadas. A estas alturas, y al grito de sálvese quien pueda, los alcaldes emergentes, esos que llegaron para sumir a sus ciudades en cuatro años de inactividad y despropósitos intentan salvar la cara y, de paso, mantener ese negocio que han descubierto en la política, y si para lograrlo tienen que callar, lo hacen, al fin y al cabo son expertos en ponerse de lado ante los problemas de sus ciudadanos. Por ello, no sorprende que ni uno solo de ellos haya alzado la voz tras la debacle electoral del domingo. Ellos que se manejaron en la sombra para intentar gobernar la nave de En Marea, ahora son los primeros en abandonar el barco.