El comentario de un aficionado deportivista me lo ha puesto en bandeja. Sale a relucir el tema y hablamos del último triunfo deportivista en Liga sobre el Alavés en Riazor por 2-1. Su testimonio sobre ese choque es tajante y sincero. Me lo suelta de forma brutal: “El Deportivo ganó al Alavés porque marcó dos goles y su rival uno. No hubo más”. Ciertamente no me sorprende porque el equipo coruñés, a pesar de ir liderando la clasificación, sigue con su fútbol entre tinieblas. Está desaparecido. Que el Deportivo marche líder nos da una idea muy clara de que esta Liga Adelante es calamitosa. Aquí encaja perfectamente ese dicho de que “el fin justifica los medios”.
Se habla de que el equipo mejoró su juego. Honestamente, es que no lo veo. Ver jugar al Depor es un bochorno. Es para ponerse colorado. Sigo contemplando muchos defectos en una plantilla muy desigual y sobrada de pánico. No se puede jugar al fútbol con miedo. Y el Depor lo hace descaradamente. Hay falta de nitidez y carencia de efectos positivos. Escasea la presión. La actitud de los jugadores, se supone que para Vázquez es la idónea, no se deja ver. El esquema que plantea el técnico blanquiazul sigue siendo ultradefensivo y desesperante para el aficionado que quiere y ansía ver la otra cara del fútbol reflejada sobre el campo.
Existe exceso de paciencia, juego errático y perezoso. Y a pesar de todo, vamos líderes. ¡Madre mía! Sí, sé que hay juventud en la plantilla y también que merecen más comprensión y tolerancia. Pero no debemos conformarnos con eso.
Incluso diría que estos chicos juegan atenazados y sin libertad de movimientos. Es una apreciación. Sin más. Se ganó en Ponferrada sin tirar ni una sola vez a puerta, excepto el penalti. El Lugo nos dio en meneo en Riazor y el Alavés nos hizo ver que nuestro Deportivo está bendecido. Y a pesar de todo, vamos ahí arriba, en la pelea por el ascenso.
Y hablando de peleas, la que se vive en el asalto a la presidencia del club donde Paco Zas le vio las orejas al lobo. Manuel López Cascallar intenta lo que parece imposible. Tino Fernández ofrece garantías, pero no acaba de encajar y Germán Rodríguez Conchado se retrata a sí mismo con sus declaraciones. En cuanto a Lendoiro, sigue su pelea contra el mundo. Dije en una ocasión que debía irse y ahora creo que al final nadie será capaz de levantarlo de su poltrona. Tiempo al tiempo.