Las derechas sí que cooperan

ese a que el invento semántico de “gobierno de cooperación” es de Sánchez para contentar a Iglesias sin perder el apoyo de los que no pueden ver a éste ni en pintura, y menos en un gobierno, son Casado, Abascal y Rivera quienes llevan ya un tiempo ejecutándolo en la práctica, desde las elecciones andaluzas. Es más; como “gobierno de cooperación” en la sombra perfectamente constituido llevan desde la foto de Colón.
Lo del “gobierno de cooperación” se lo inventó Sánchez para cooperar lo menos posible con quien el destino (las urnas) le obliga, pero como casi todos los inventos, ya estaba inventado. Y en éste caso, además, experimentado, probado y testado por la derecha, esa especie de flor de tres pétalos que, independientes en campaña, se cierran automática y cooperativamente formando uno solo, una coraza para que no entre ningún bicho en el receptáculo.
La derecha, por mucho que parezca que son tres, es una sola, como toda la vida, y sólo la coincidencia de tres jóvenes con indeclinable ambición de poder hace que se presente así, como trío un poco conflictivo. Ahora bien; a la hora de cooperar, de cerrar filas, cooperan y se cierran como un solo hombre, bien que con las contradicciones propias de todo hombre (de todo hombre y mujer, como se dice ahora), y, si no, que se lo pregunten a Rivera, desbordado por la necesidad de explicar cómo el centro liberal que se había inventado que encarnaba puede llevar a la ultraderecha, regresarla, a las instituciones.
Más sincera o transparente, o más plural, la izquierda lleva peor lo de cooperar consigo misma, y lo demuestra por enésima vez en la insuperable dificultad que encuentra incluso al explicar en qué consiste lo del “gobierno de cooperación”. Adriana Lastra, que es la que tiene que explicar las cosas por parte del PSOE, no se explica, y Pablo Iglesias, que al parecer se conforma con ese accésit con tal de figurarse importante, prefiere no explicárselo. En realidad, no hay nada que explicar, nada más allá de la ojeriza que se tienen los que, no gustándose, se necesitan.
Las derechas, ubicadas en el hemiciclo del Congreso en su espacio natural, a la diestra, y Vox en la atalaya del gallinero tutelándolas, controlándolas, dirigiéndolas, sí que saben cooperar cuando se ponen a ello. Como en Madrid, cuyo epicentro se traslada cooperativamente de Sol a Colón.

Las derechas sí que cooperan

Te puede interesar